Utopías posibles

El contraejemplo del Congreso

Lo del Congreso se parece mucho más a una batalla verbal, a una lucha encarnizada del poder por el poder

En la educación, como en la vida, los contraejemplos son importantísimos. Aprendemos lo que es el bien porque conocemos el mal. Tomamos decisiones que creemos adecuadas porque sabemos los efectos negativos de otras decisiones… y así con todo.

Por eso creo que el análisis del último «debate» (entre muchas comillas) de moción de censura desde el punto de vista del aprendizaje, en un centro docente o en familia, podría ser muy útil.

La finalidad principal de cualquier diálogo ha de ser llegar a acuerdos. Como diría Habermas, se trata de buscar ideas, significados y propuestas que sean válidas a todos los interlocutores, mediante el consenso. Para eso la idea principal es utilizar argumentos, sin ningún tipo de pretensión de poder. Aquí es donde chocamos con lo que significa un partido político. Su fin último (por no decir su fin único) es llegar al poder. Por tanto el entendimiento, el consenso, los argumentos y todo lo demás son cosas absolutamente secundarias.

Dicho de una manera más simple: los «debates» (perdón por utilizar esta palabra) del Congreso son cualquier cosa menos eso, debates. Es la escenificación, con fines exclusivamente publicitarios, de los roles asumidos por cada uno, dirigidos no a la persona con la que se está hablando, no a la población en general ni al bien común, sino a «mis votantes» y a mis «posibles votantes». No hay el más mínimo interés de entendimiento. No hay margen para la ambigüedad en esto, ni para que se construya absolutamente nada. El esperpento de los últimos días ha sido un espectáculo de horas y horas dirigidas al «nicho de mercado» de cada partido político, intentando captar «clientes» del otro.

Jamás se nos debería ni siquiera pasar por la cabeza organizar un debate con estas premisas. Por eso quizá cabría sacar un listado de características, colgarlo en el aula (o en el salón de casa) y tenerlo muy presente por si alguna vez tenemos la tentación de caer en esas estrategias. Lo del Congreso se parece mucho más a una batalla verbal, a una lucha encarnizada del poder por el poder, o simplemente se trata de aprovechar los espacios públicos y las instituciones para el escaparate publicitario, tanto de unos como de otros, como de los de en medio. El fascismo, vacío de propuestas. El gobierno, con horas y horas de autobombo asegurado. Vergonzoso, por parte de quienes se suponen servidores públicos y garantes de la democracia.

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