Carta del Director/Luz de cobre

La cosecha de la sequía

Algún dirigente europeo ha pedido a sus vecinos que cambie los tomates y pimientos por los nabos que ellos producen

El martes comienza en Madrid una nueva edición de Fruit Atracttion, la feria por excelencia de las frutas y hortalizas en España, con un marcado carácter internacional. Será el momento de tomar el pulso a un sector que no atraviesa por los mejores momentos, acorralado por la subida de los costes de la producción y estresado por la sequía.

El camino recorrido por los agricultores el último año ha estado marcado por los continuos sobresaltos y las consecuencias de la guerra de Ucrania, que han dejado los mercados tocados, que no hundidos, pero con la tensión propia de la inestabilidad.

El sector agroalimentario de la provincia llega a Madrid con los deberes hechos y al inicio de una campaña en la que va a predominar la inestabilidad y las dudas. La inflación constante sitúa a los agricultores casi al borde de un ataque de nervios permanente, en la que miran con un ojo el valor de lo que pagan por producir un kilo de hortalizas y con el otro la volatilidad de los mercados, arrastrados por la crisis que se agrava y por la necesidad de mantener llenos los lineales.

En países como Gran Bretaña se repite ya una situación conocida tras el Brexit y es el desabastecimiento. Incluso, algún que otro dirigente le ha pedido a sus ciudadanos que cambien los tomates o los pimientos de la huerta de Europa por los nabos, producto autóctono que son lo único capaces de producir.

Con un horizonte oscuro, no negro, pero casi, la provincia busca los mecanismos que aseguren una producción estable, capaz de dar respuesta a las dificultades que se atisban.

A una situación preocupante en extremo como esta hay que añadir la sequía. La escasez de lluvias ha puesto en jaque más de una producción. Aún así, todavía hoy, pese a los aprietos propios de los meses posteriores al verano y a la necesidad de regar con alguna restricción, la situación se salva por el trabajo realizado en las últimas décadas en materia de desalación y recuperación de recursos hídricos de trasvases y aguas residuales.

No estamos, sin embargo, para tirar cohetes ni mucho menos. Los agricultores viven tan en precario como en la década de los ochenta, en el que con un ojo se controlaba la cosecha y con el otro se miraba al cielo, a la espera de la borrasca salvadora. Vivimos pues, pendientes de las nubes, de la guerra, de la inflación y de los caprichos de las grandes distribuidoras que, una vez más, juegan con un sector atomizado, que aún no ha programado las medidas necesarias para ser capaces de marcar la pauta. Aquellos que alimentan 500 millones de bocas aún hoy dependen de un mercado que dominan otros. La cosecha de la sequía, por tanto, comienza con los mismos miedos que la anterior, a la espera de que las condiciones las impongan otros. Y aquellos que surten de productos los lineales sólo les queda la queja o rezar. Triste.

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