La crisis del vecino de arriba

12 de diciembre 2025 - 03:06

Hace no mucho, Francia era el país del mundo más atractivo. No sólo por la belleza de su territorio y cultura, omnipresentes en el país que acabó con los regímenes europeos provenientes del medievo y creó la base de las sociedades modernas. Lo francés era sinónimo de clase, distinción, estilo propio, elegancia y democracia avanzada. Pero la Francia actual padece una crisis política profunda, dificultades económicas y una pérdida de influencia internacional, que ha creado una percepción mayoritaria en la sociedad, de que el país está en declive, con el añadido de contar con una Asamblea Nacional fragmentada y sin mayorías estables. En apenas dos años, Francia ha visto pasar cinco primeros ministros, con mandatos cada vez más breves y gobiernos incapaces de aprobar leyes clave, como los presupuestos. Esta parálisis institucional ha generado un clima de incertidumbre y ha debilitado la capacidad de respuesta.

En 2024, más de 66.000 empresas quebraron, un 20% más que el año anterior, superando incluso las cifras de la crisis financiera de 2008. El desempleo y la presión sobre el sistema de pensiones, agravados por el envejecimiento poblacional, han generado malestar social y protestas. Los intentos de reducir el gasto público se han encontrado con una fuerte resistencia política y ciudadana, mientras que la clase media percibe que soporta el mayor peso de los ajustes fiscales. La decadencia francesa se refleja también en el ámbito internacional, especialmente en África Occidental. Varios países han expulsado tropas francesas y renegociado acuerdos de defensa, marcando el fin de una era de influencia gala en la región. Esta pérdida de poder geopolítico coincide con la debilidad del eje francoalemán en la Unión Europea, en un momento donde el presidente Trump da por perdida la hegemonía europea y a tenor de los datos puede que tenga razón por mucho que nos disguste aceptarlo. La Francia que ilusionada soñaba con llevar la imaginación al poder, está ahora poseída por un sentimiento general de declive alimentado por la nostalgia y la incertidumbre, lo que dificulta la construcción de consensos, reduce la confianza en las instituciones y favorece al auge de las ideas de la ultraderecha más reaccionaria. Pero no nos equivoquemos. No es una vuelta al pasado. Francia una vez más nos está diciendo por adelantado, el futuro que nos espera si seguimos por la misma senda, que ellos ya han recorrido.

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