Reflejos
Francisco Bautista Toledo
Tres signos de la Navidad
ALMERÍA s una tierra idónea para los brindis al sol. Su clima, la luminosidad de su cielo provoca en el/la estadista una sensación irrefrenable de optimismo que le lleva a proferir las promesas más inverosímiles sin antes solucionar los problemas reales. Algo parecido lleva ocurriendo en Palomares y casi se han cumplido 50 años de un accidente nuclear que parece condenado a ser solo tema recurrente de los informativos cada vez que se aproxima su aniversario, a pesar de la existencia aún de una apreciable zona contaminada por plutonio y americio, seguramente la más cercana a un núcleo habitado de toda Europa. Además de Palomares, la provincia de Almería y la vecina Murcia me atrevo a decir que volvieron a nacer el 17 de enero de 1966, porque podrían haber sido barridas del mapa con la detonación de cuatro cabezas nucleares 75 veces más poderosas que las lanzadas sobre Japón.
El Amigo Americano, ese mismo que nos hundió la armada en 1898 para agradecer nuestra ayuda imprescindible en lograr su independencia (lástima de submarino de Isaac Peral que no entró en combate) lleva regateando en corto una solución al problema desde que localizó la bomba que cayó al mar y se la llevó antes de que lo hicieran los rusos. De hecho, hace cinco años se produjo un anuncio de descontaminación de la zona, como el que ha traído hace unos meses de nuevo el secretario de Estado de EEUU, John Kerry. Una negociación que se antoja tan larga, complicada y poco transparente como todo lo que toca ese país. A cambio de dejar Palomares hecha unos zorros, Almería le ha sacado muy poco al Tío Sam. Leche en polvo, escenarios cinematográficos, análisis de sangre y orina de la "presunta población afectada" y gracias al compromiso de Fraga un parador nacional y un aeropuerto.
Se han dicho tantas cosas de aquel accidente nuclear, tanto a favor como en contra (desde que fue más grave que el de Chernobyl a decir que la exposición radiactiva para los habitantes es como hacerse tres radiografías al año), que no seré yo, sin pruebas ni documentos quien contribuya a crear alarmas innecesarias. Pero no por ello hay que dejar de reconocer que la situación de Palomares es un serio problema, que excede en mucho la zona geográfica terrestre donde se localizan las tierras más contaminadas. Parece que hablar del tema y poner el dedo en la llaga es ser un antipatriota y un irresponsable. Así nos han tenido la boca callada 50 años, 40 de ellos ya en democracia, en los que los poderes públicos poco o nada se han preocupado de lo que allí pasa, salvo cuando el asunto puede salpicar intereses superiores.
Sucedió en marzo de 1986, cuando se había cumplido el 20 aniversario del accidente, poco antes de que en abril de ese año se produjese la tragedia nuclear de Chernobyl. Ante un desconcertante cambio de rumbo del PSOE, que gobernaba con una holgada mayoría absoluta, el mismo partido que años atrás había popularizado el eslogan "OTAN, DE ENTRADA NO" la sociedad española se preparaba para participar en un referéndum de entrada en la alianza militar, para el que el gobierno pedía el Sí. El aniversario de Palomares planeaba como aquel B52 del que cayeron las cuatro bombas (hay quien dice que fueron cinco) y en el periódico se nos había ocurrido que sería bueno contar con la opinión de la entonces alcaldesa pedánea, Antonia Flores, casualidades del destino, perteneciente al PSOE. Tal y como sospechábamos, nos encontramos con una persona joven, tolerante, dialogante, alejada de consignas o de silencios sicilianos. Preguntada sobre qué votaría en el referéndum a celebrar el 12 de marzo, la alcaldesa de Palomares nos indicó que por una parte le parecía lógico el interés del Gobierno por acercar posturas con Estados Unidos y otros países occidentales pero que por otra, el beneficio para Palomares, visto lo visto, se antojaba nulo y que en esas circunstancias no sería ella quien hiciese campaña a favor del "sí". En aquella época, en un partido omnipresente en tantas instituciones, todo lo que sonaba distinto, llegaba al centro de poder como el ruido de un geiger que aproximásemos hoy mismo a la zona contaminada. El número 3, Txiki Benegas, desembarcó en Almería como un moderno Fraga, pero sin bañador, para acallar cualquier crítica procedente del lugar más recóndito de nuestra provincia, donde gobernase un socialista. Aquel desembarco cantaba como la operación Flecha Rota y era notorio que algo no iba bien y podía descontrolarse. Benegas protagonizó un abrazo o un beso, no recuerdo bien, la agencia EFE distribuyó la foto, con Antonia Flores, con una especie de susurro tipo "calladita estás más guapa".
Había un inconveniente, en el periódico ya teníamos las declaraciones de Antonia Flores que aparecerían en la portada del día siguiente. Casualmente el director no estaba porque se había tomado unos días libres y los cuatro gatos que permanecimos allí custodiando la información, no fuimos obstáculo para que a las tantas de la noche titular y texto fuesen modificados por otros más en consonancia con los argumentos gubernamentales. La verdad desnuda apareció a los ojos de los lectores, oculta, manipulada y abotonada hasta el cuello.
Aparte de un cabreo enorme que aún recuerdo aquello quedó allí. Palomares siguió olvidado y de cuando en cuando un nuevo brindis al sol sobrevoló esas tierras, de una provincia huérfana del Estado de Derecho, que vive su propio destino multirracial, cantera inagotable de sucesos, sin entender de Junta de Andalucía, de Parlamento Andaluz, de Congreso de los Diputados, de comisiones parlamentarias... Mientras unos pocos hacían preguntas otros daban pases toreros con el argumento de no tener competencias.
Así, en aquel lugar que siempre ha sido tierra de frontera, donde la percepción de la Administración es tan débil y la indefensión de sus habitantes es total, los poderes públicos van muy por detrás del problema. Lo poco que se ha hecho, expropiar y vallar las zonas más afectadas, realizar mediciones, ha venido de la mano de la improvisación y de la necesidad de hacer frente a las demandas del desarrollo agrario y urbanístico de los terrenos afectados, cuya tierra removida sacó a la luz de nuevo el problema en forma de altas dosis de contaminación radiactiva.
Curioso que una administración norteamericana saliente haya llegado con un ambicioso plan de descontaminación definitiva, tras la denuncia ante los tribunales de Ecologistas en Acción a varios departamentos oficiales por "delito continuado contra los recursos naturales y el medio ambiente relativos a la energía nuclear y a las radiaciones"
Otro grupo ecologista de acreditado prestigio "Greenpeace" ha solicitado un estudio a fondo de la situación de Palomares antes que el Amigo Americano, ese que utiliza nuestra patria como portaaviones, venga a prestarnos de nuevo la ayuda impagable que ha anunciado.
Puestos a pedir un regalo de cumpleaños para Palomares, ¿sería mucho pedir a nuestros representantes políticos en el Parlamento Andaluz y en el Congreso de los Diputados que se pusieran de acuerdo e impulsaran la solución definitiva? ¿Alguien puede imaginarse cómo hubiese sido la historia de Palomares si en lugar de estar en la lejana Almería hubiese estado situada al cobijo de Madrid, Barcelona, Bilbao o de la Sevilla de aquel socialista que nos metió en la OTAN? Ojalá tengan razón los que afirman que allí no pasa ná, que es como hacerse tres radiografías al año. Ojos que no ven...
Pero esto no es un dogma de fe, hace falta conocer pruebas reales y contrastadas que estén al alcance de todos los ciudadanos. Incluso de los de Almería. Y vaya papelón el de la Junta y el del Parlamento Andaluz en toda esta pesadilla. No se puede ser más inútiles y caros para el contribuyente almeriense.
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