Reflejos
Francisco Bautista Toledo
Tres signos de la Navidad
En la Nochebuena de Mallorca suena el Canto de la Sibila, anunciando la venida de Jesús y el fin de los tiempos. Es en la misa del Gallo cuando se celebra este rito, aunque en Valencia lo representan unos días antes.
En tiempos del césar Augusto los senadores quisieron convertirlo en dios, mas él no estaba convencido de tal idea. Era tal la prosperidad y paz conseguida durante su mandato, que veían los súbditos del Imperio su gobierno como algo extraordinario, gracias a las dotes divinas que atribuían al César, considerándolo enviado de los dioses.
Durante el mandato de Augusto las guerras desaparecieron, por lo que su tiempo se llamó la Pax Romana, siendo el momento oportuno del nacimiento de Jesucristo. No convencido el emperador de la idea de convertirlo en dios, consultó esta decisión con la pitonisa de Tibur, Albumea, procedente de Tívoli. Tras varios días de ayuno y oraciones esta pitonisa tuvo una revelación, la cual se la comunicó al César. Ésta le dijo que vendría al mundo un rey de reyes, nacido de una Virgen, y que todos los dioses serían olvidados, y que anunciaría el fin de los tiempos.
Augusto, aunque quedó impresionado, aceptó ser elevado a categoría divina.
Pero en una noche de finales de diciembre tuvo un sueño, en éste se le aparecía una mujer con un niño en brazos, que le dijo ser la Madre de Dios, el enviado del Padre. Este sueño causó un gran impacto en el emperador, de tal forma que mandó construir un altar a este dios desconocido, llamado Ara Coelli, pasando a ser con el tiempo una basílica cristiana, que actualmente se encuentra tras el monumento a Víctor Manuel III, en Roma, junto al Capitolio. En las paredes de su entrada aparecen las imágenes de Augusto y la Sibila.
En aquella noche de 24 de diciembre, en el Trastevere, entonces un barrio judío, una fuente empezó a emanar aceite, señal que significaba entre el pueblo hebreo la venida del Mesías. Actualmente se encuentra sobre este lugar la iglesia de Santa María del Trastevere.
Pero volviendo a las sibilas, la Tiburtina no fue la única que profetizó la llegada a la Tierra de un Niño hijo del rey del cielo y de la Tierra, anunciando nuevos tiempos, hubo otras que lo profetizaron, como la Sibila de Eritrea, de donde viene el Canto de la Sibila.
Lactancio recogió estas profecías, haciéndose eco de ellas Virgilio en su Bucólicas. Fue Eusebio de Cesárea y San Agustín quienes les dieron sentido cristiano.
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