Dame ese gusto

Chupar una piruleta sabe bastante mejor que ser víctima de una pirula. Así es por una incontrovertible razón: más vale satisfacer el gusto con una golosina que sufrir el mal gusto de un engaño o una trapaza fraudulenta. Están emparentadas las piruletas con los “pirulos”, los caramelos alargados, y con los chupachupsque endulzaron la infancia de los metidos en años, pues comenzaron a comercializarse en 1958. Tan particulares golosinas, en cualquier caso, dan más para el gusto que para la manutención; esto es, no alimentan, pero distraen el apetito y satisfacen el gusto. Será por eso que, coloquialmente, a la persona falta de nutrición, bastante flaca y extenuada, se le dice espíritu de la golosina. Cuestión que, además, pone fácil el recurso a la metáfora, ya que también se tienen por golosinas aquellas cosas que pueden ser más agradables que útiles. Si bien los pequeños placeres no buscan el pragmatismo de la utilidad, sino la íntima recompensa del goce. Puesto que las piruletas, planas y no redondas, están provistas del palito para chuparlas con entretenida facilidad, no es extraño que se decoren con aficiones, celebraciones y motivos asimismo relacionados con el doble carácter del gusto: uno es el del sentido corporal, el del paladar, y otro la sensibilidad o la inclinación por algo. Sin dejar de lado las cualidades de lo bello y de lo feo -el buen o mal gusto- y los caprichos y antojos: “Dame ese gusto”.