
La mirada zurda
Antonio Guerrero
Realismo Político. La lección de Maquiavelo
Comunicación (Im)pertinente
Se ocuparon con diligencia de que la decisión circulara rápido y bien. De inmediato se supo que la fiesta mayor de Tarrasa, en Barcelona, este año se vería privada de sus tradicionales gigantes y cabezudos que no ya desfilarían a principios de julio. Ello, siempre según los protagonistas, resultaba especialmente lesivo en una doble dirección. Por una parte, se perdía una tradición catalana ancestral. Por otra, los pequeños de la ciudad iban a sufrir una más que presumible desilusión. Para empezar, ambos supuestos son inciertos. Los gigantes y los cabezudos forman parte de una vasta tradición, con extensa implantación en España, pero también de manera ocasional en otros puntos de Europa y de la América Hispana. En cuanto a los niños tarrasenses, la inmensa mayoría de ellos ni sabe de su existencia y, en todo caso, no interesan lo más mínimo. Es probable que en el ámbito de donde surgen, el movimiento scout catalán, sí sean muy apreciados. Solo que eso es una parte, y solo una pequeña parte, del resto de la infancia de la ciudad. El argumento que da la institución encargada de hacerlos danzar, el Agrupament Escolta i Guia Torrent de Les Bruixes, desde luego, resulta más que inequívoco. Se niegan a desfilar en la fiesta mayor ante el consistorio municipal en el que hay tres miembros de Vox. Los reproches son los consabidos al respecto: es la extrema derecha, acunan una lectura xenófoba de la ciudad, son españolistas, destilan mentalidad patriarcal. Hay que decir que todos esos rasgos forman parte del abanico de opciones que conforman una sociedad democrática, ni más ni menos que otras. Quien quiera las toma y a quienes no las deja. Algunos de esos reproches a Vox tienen poca memoria histórica. EnTarrasa por supuesto que ha habido xenofobia hacia los inmigrantes, pero a partir de la segunda mitad de los 50 del siglo pasado, con los andaluces, extremeños y murcianos como principales focos de la diana. Aquella burguesía racista mutó en Convergencia cuando cambió el régimen y, más tarde, desembarcó en el independentismo del Procés. Va siendo hora de asumir que los representantes de Vox están ahí porque son producto de las urnas, porque hay conciudadanos que los han votado por las razones que han estimado oportunas, Eso debe ser tan respetable de partida como cualquier otra opción, ni más ni menos. Salirnos de ahí es hacerlo de la democracia, con todas sus terribles consecuencias, como muy bien sabemos en España.
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