Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Desde la pandemia de covid-19, con mayor crueldad, España ha entrado en una situación de vertiginosa decadencia. La izquierda de este país es su principal muñidora. Alineada con el socialismo castrochavista del siglo XXI. Hay que afrontar la realidad de cómo llegó al poder este siniestro gobierno que preside el Minotauro Sánchez. Aliado del socialcomunismo iberoamericano, no nos olvidemos de Lula en Brasil. También con los enemigos internos de España, hasta el extremo de ir de la mano de “el gordo”, pistolero de ETA. Hace falta carecer de las más mínima noción de humanidad. La derecha española ni de lejos ha estado ni está a la altura de las exigencias de la realidad. No se han preocupado por respetar y cuidar la educación y la cultura, sin las cuales no hay bienestar, seguridad ni economía. Han ignorado la importancia de la batalla cultural frente al socialcomunismo gramciano. Juan Domingo Perón y Antonio Gramsci son los principales ideólogos del populismo castrochavista. En Génova, 13, no se han molestado en aprender que es el partido de Ferraz, 70, a lo largo de toda su historia. ¿Cómo es posible que la democracia española no tenga los mecanismos legales para impedir el mal desbocado que estamos viviendo? Este es un gobierno destructor, que arranca y esquilma los recursos de España y que ha puesto a los pies de los caballos nuestras fronteras. Se gasta nuestro dinero en propaganda para desviar la atención de su grosera y grotesca organización. Hace 50 años, José María Gil Robles advertía sobre las debilidades de nuestra Constitución: “Encuentro un peligro muy grave en el reconocimiento constitucional de las nacionalidades, como tipo específico de regiones en las cuales haya o se estime que hay, una personalidad histórica, étnica, lingüística, cultural, etc., más acusada que en los demás. Eso puede traer como consecuencia una serie de pretensiones de tipo secesionista, que yo de ninguna manera puedo considerar efectivas. Y en último caso, creo que además la constitución establece unos mecanismos de relación entre los poderes del estado, que acabaran porque no exista en España una democracia, sino que exista una partitocracia. Es decir, el triunfo de los partidos políticos, y de hecho, el triunfo de la minoría que mangonea esos partidos a base de una mayoría de diputados sumisos y transigentes, y una opinión pública totalmente marginada”.
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