El día del héroe

El domingo volverá el frío, así que estrenará el jersey rojo que mañana le regalarán

Mañana es su día. Dormirá más de lo normal por ser sábado, ya que entre semana tiene que estar a las ocho en la empresa para la que trabaja. Pero en cuanto se despierten sus dos hijas gemelas y el peque Luisillo, el que de verdad le vuelve loco y con el que sueña viéndole jugar la Champions, los tres irrumpirán en la habitación en la que descansa junto a su mujer y se abalanzarán sobre su lecho al grito de ¡Felicidades papá!

Estudió Administración y Dirección de empresas, y su carrera prometía cuando le contrataron en una compañía dedicada a la fabricación de suministros para automóviles. Pese al buen desempeño en su trabajo, se quedó más como administrador que como director, aunque en premio a su fidelidad le había convertido en el chico para todo de la oficina y él ya no sabía muy bien lo que era. Pero algo estaba claro: el título de papá le correspondía. Él era El Padre. Y ese puesto ganado a pulso no se lo discutía nadie.

Merced a los privilegios del cargo y tras abrir los regalos que recibió con entusiasmo sereno (no entendía por qué su esposa continuaba llenándole el armario de ropa de invierno, si él lo que quería era un reloj que le contara los pasos) sacó a pasear a Lolo, su perro de raza Beagle. Entre sus atribuciones como padre estaba el hacer caminar a Lolo todos los días al menos dos veces porque es sabido que es raza con tendencia a engordar. Luego toca visita a los suegros, con quienes pasará la mañana puesto que sus padres fallecieron. El suegro es un viejo sindicalista empeñado en contarle que ahora la izquierda ha perdido el rumbo. Le escuchará poniendo caras atentas, pero sin interés alguno. Estará más preocupado por si a final de mes les llega para cambiar de coche a plazos; por la bajada de ventas y suministros en su empresa y los rumores de despidos. A la tarde se aburrirá viendo un telefilm alemán de esos que tanto le gustan al amor de su vida, la misma que saldrá a cenar con unas amigas porque las mujeres felizmente ya se liberaron. Dará de cenar a las niñas y al niño, que le pedirán ver Spiderman que la echan en la tele a la misma hora que el partido de su Betis, que no podrá ver. Dará otro paseo con Lolo (que le considera un héroe) y se irá a dormir. El domingo volverá el frío, así que estrenará el jersey rojo que mañana le regalarán. Seguro que le disimula la barriga que se le está poniendo a causa de tanta felicidad.

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