Un relato woke de la extrema izquierda
Escribir claro
Si escribir no es una tarea sencilla, hacerlo con claridad todavía resulta más dificultoso. No ya por la turbación ante el folio o la pantalla en blanco -esta cuestión antecede a la propia de la claridad de la escritura-, sino por confundirse de qué se trata cuando se dice escribir claro. Ciertamente, bastante tiene que ver con el uso adecuado de los elementos morfológicos -la estructura de las palabras y sus componentes-, sintácticos -la combinación de esas palabras y los grupos que forman- o semánticos –el significado tanto de las palabras como de sus combinaciones-. E importan, asimismo, la inteligibilidad, a fin de hacerse entender, y la elocuencia, para deleitar, incluso conmover o persuadir con lo escrito o también hablado, pues ese es el retórico arte del bien decir. Pero todo ello no basta para escribir claro, pues el estilo del escritor, con el manejo de todos esos elementos gramaticales y lingüísticos, es el que determinará la particular claridad de sus escritos. Puede asimilarse, por otra parte, escribir claro con hacerlo de modo común, pero la naturaleza literaria de una composición escrita va más allá de reproducir el lenguaje corriente; ya que se trata, en suma, de transformarlo en un reclamo por su elocuencia, en una composición trabajada e inteligible (no están reñidas una cosa y la otra, aunque suela pensarse que lo primero aminora lo segundo). De ahí que resulte, al menos, controvertida esa declaración de “escribir para el pueblo”, cuando se trata de justificar la insuficiente relevancia literaria de lo escrito. Casi es el caso de una desconsideración a ese general pueblo, como si a sus variopintos miembros no les resultara accesible otro lenguaje escrito que el cercano al que se habla de ordinario. Escribir claro, por ello, es el resultado de una pericia del escritor, emparentada con la maestría y el arte, que convierte en textos claros y diáfanos composiciones elaboradas con habilidosa sabiduría. Cabe pensar, asimismo, que los escritores con un estilo oscuro no pretenden situarse fuera del alcance, precisamente, del pueblo. Ni que siempre tienen un diccionario a mano para elegir los términos más desconocidos o menos usados. Pues puede deberse tal producción literaria a razones de estilo, reconocidas por sus lectores o estimulantes para desentrañar textos. Y estos, más que faltos de claridad, son producto de una trama expresiva que necesita del entendimiento para alumbrarlos. De modo que esa claridad resulte especialmente aleccionadora.
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