Una estatua de San José, ¡por Dios!

Nuestra sociedad quiere modelos discutibles de los que indiscutiblemente se esté a favor o en contra

Esto de decorar los espacios públicos es un verdadero problema… del que sólo saca partido el capitalista propietario de las empresas de mobiliario urbano. Recuerdo, ahora ya con más cariño que entonces estupor cómo cuando se inauguró un polígono industrial en el pueblo donde fui concejal, para nombrar las calles se echó mano de las sierras de España. Claro, era un problema buscar nombres de personas porque…. "los otros se van a enfadar", decían los otros de los otros, quedándose quien suscribe no sé si en el más allá del allá o del acá de éstos o de aquéllos. ¿Ni tan siquiera nos valen los nombres de los premios Nobel españoles, siete por entonces, para estas cosas?

Y estando como estamos en el Año Josefino, más acá y más allá de que a nuestra sociedad le traiga al pairo a cuentas de qué se trata de tal año, ocurre que nos han colocado, al menos en la capital, un par de estatuas de quien a sus pies reza un exiguo P.P., indicando con estas siglas que ese vejete le echó más güevos a la vida que muchos de quienes lo ignoran. Y es que no está nuestra sociedad para que se le propongan modelos de hace un par de milenios. Nuestra sociedad quiere modelos discutibles de los que indiscutiblemente se esté a favor o en contra. Nuestra sociedad "líquida", en la terminología de Zygmund Bauman, quiere mierda embotellada; pero, eso sí, homologada.

Y es que lleva razón nuestra despistada sociedad: ¡qué pinta un San José en una de las rotondas de acceso al campus de la Universidad, cuando ni tan siquiera es accesible la leyenda de sus pies! ¿Quieren las autoridades que nos matemos, o lo que es peor en términos de gestión del tráfico, que nos aglomeremos en s entorno leyendo detenidamente el cartelico a sus pies?

Y como de ser constructivo se trata, ¿no hubiera sido mejor solución decorar con una tal estatua el entorno de la Iglesia de San José con un cartel de lectura amplia a sus pies que indicase que aquel hombre libró a María de un indeseable embarazo de madre soltera en aquellos tiempos? Pero claro, ni los tiempos son los mismos, ni merece la pena leer. Aun a pesar de esta realidad, reivindico estatuas, letreros de calles, y bustos de personas que hayan sido importantes para nuestra historia, y que al igual que el rótulo a los pies de José, que nos recuerda su paternidad putativa y nos trajo nuestros Pepes, también nos queden en la memoria aquellos otros que hay que condenar.

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