La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Los políticos han puesto el grito en el cielo porque se está empezando a usar a la familia como ariete político. Algunos la han colocado en la diana, y todos contra el mono. Lo que habría que analizar, y se podría llegar a alguna conclusión, es cuando llega la esposa de los presidentes a ser diana en la política española. De la de Adolfo Suarez, poco o nada se dijo durante aquellos años, de la de Felipe se habló cuándo, con todo el derecho del mundo, dijo de presentarse como candidata, de Ana Botella, la de Aznar, se metió como la de Felipe en política, y con el mismo derecho que la anterior, de la Zapatero se habló de su trabajo, pero nunca no se usó su nombre como diana política, de la del vago de Rajoy no se recuerda ni su nombre, pero hete aquí que llega la de Sánchez, y doña Begoña se convierte en flor de cartel, letras de canciones y diana contra la que la oposición lanza sus flechas y no del amor, por cierto.
Los ciudadanos estamos atónitos ante la virulencia que se ha oído estos días en el parlamento con familias, fotos con narcos y vivencias gracias a la prostitución. ¿Nos merecemos a estos políticos que solo saben insultarse, en vez de buscar soluciones a los problemas que tiene la gente de a pie? No lo creo, pero es lo que tenemos, y algo más triste, es lo que hemos votado. Ante esto, ajo y agua.
A las familias no la meten en la saco putrefacto en que han convertido la política los ciudadanos. Son ustedes los que las han incluido en su vida laboral y política, y dependiendo de cómo sea esa vida, es el camino que cogen las mismas. De las de los anteriores presidentes poco o nada se puede decir, debieron llevar una vida cuanto menos digna, no se les debió coger en ningún lance grave, no se debieron aprovechar económicamente de su cargo de esposa de presi, y más bien pasaron desapercibidas. No es el caso de doña Begoña, se ponga el sanchismo echo unos zorros. Que tiene derecho a trabajar, nadie se lo niega, pero que lo haga sin que se le pueda acusar de cierta ilegalidad, de trato de favor y de usar el nombre y el despacho de su marido para sus cuestiones laborales.
En los años que llevamos de democracia, si le podemos llamar así a esta partitocracia rampante en la que vivimos, no se ha visto a una esposa de presidente del gobierno que se haya convertido en musa de sátiras y canciones, de memes, y chistes varios. Ella y su esposo deben saber por qué.
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