OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
PODEMOS se ha convertido en un objeto de estudio interesante. En un plazo breve de tiempo ha conseguido replicar en su seno todas las debilidades y contradicciones de la izquierda española postransición. Pero comencemos por el principio. Su fundación fue consecuencia de la decisión de la cúpula de IU de negar el número uno de la candidatura al Parlamento Europeo al tertuliano Iglesias. Esa mala decisión forma parte de un rosario de pésimas decisiones tomadas por la coalición en las últimas décadas, entre las que cabe destacar su entrada en el Gobierno andaluz y su apoyo a los recortes en gasto social. El pasado de la cúpula de Podemos en IU (como asesores de Llamazares, gran enterrador de IU) no pareció pesar en los votantes. Las encuestas posteriores a las elecciones Europas auparon a Podemos a una posición nunca vista antes en el panorama hispánico. Lograron que se les identificara con el rico legado del 15M y asumieron un papel de partido de gobierno y no de una mera bisagra que completaría los escaños del PSOE. Parecería que todo ello aconteció hace lustros y, sin embargo, fue tan solo hace unos meses. ¿Qué ha podido suceder?
El proceso de reducción de expectativas electorales en Podemos, que se traducen en una significativa bajada en las encuestas, no son cosa de un día. De las elecciones europeas a la andaluzas, Podemos vive un periodo de auge, especialmente tras las primeras. Las encuestas les otorgan unos resultados electorales espectaculares. Se asumen las principales reivindicaciones del 15M y su organización -o falta de ella, en el sentido ortodoxo del término- seduce a muchos. Pero todo comienza a cambiar cuando se adopta una estructura muy jerarquizada. Los círculos pierden cualquier protagonismo y las decisiones son tomadas de manera exclusiva por Iglesias y su círculo más cercano. La rebelión el País Vasco o el justificado malestar en Andalucía son solo las últimas muestras de algo que puede empeorar.
El segundo de los factores puede apreciarse en la pérdida de un discurso transformador que intranquilice al Ibex35. Los líderes de Podemos pretendieron ocupar el centro izquierda y con ello superar al PSOE. Con ese enfoque en mente decidieron progresivamente limar su discurso que partía con una clara vocación de transformación social hasta posiciones socialdemócratas y, en algunos puntos, social-liberales. En este contexto se entiende que dos personas del ámbito socialdemócrata, como Vicente Navarro y Juan Torres, desarrollaran su propuesta socio-económica inicial, que posteriormente ha sido reformulada en un sentido aún más centrista. Recientemente, cuando Podemos ha sometido el programa electoral a discusión de su militancia, ha eliminado cualquier propuesta que pudiera situarse en contra de un discurso social excesivamente matizado. Las bases de Podemos han sido reducidas a mera "clá". Existe además un punto de inflexión a nivel internacional. Puede situarse en el apoyo a Tsipras después de que éste traicionara a sus votantes y renunciara a sus ideas. Para algunos miembros de Podemos habría otro punto de crítico en este viraje: la reunión de Iglesias con José Bono y Felipe González.
El tercer factor es una repetición de un mal que ha aquejado a gran parte de la izquierda española: la aceptación del nacionalismo, su léxico y sus reivindicaciones de manera acrítica y acomplejada. Si bien el 15M supuso situar el debate a nivel estatal y en los términos sociales que exige la erosión de derechos sociales y civiles del neoliberalismo, la izquierda oficial desatendía esta cuestión en beneficio de un debate identitario estéril para los intereses y derechos de los trabajadores. El último episodio de este mal endémico, cristalizado en la rareza peninsular de una izquierda anti-internacionalista, tuvo lugar en el inicio de la campaña en Cádiz, donde se usó a los andaluces (que, por suerte, de nacionalistas tienen poco) para justificar pactos moralmente reprobables y políticamente equivocados. De nuevo, la subordinación de la clase social a lo identitario; el travestismo nacionalista que encubre la impotencia para dar respuestas claras a las necesidades de los ciudadanos de todo el territorio del estado. Y todo para justificar pactos con los herederos de Batasuna o con el derecho a suicidarnos colectivamente como estado y así ponérselo más fácil a las grandes multinacionales y a la Troika. Es cierto que la fragmentación de Podemos en el congreso les ha permitido subir un 5% en las encuestas; sin embargo a largo plazo se ha renunciado a un proyecto sólido y general de trasformación social.
Podemos ha completado su metamorfosis. Hoy es ya IU bis pero con una cúpula que ya no lee ni a Marx ni a Kant, pero es experta en Juego de Tronos. Solo queda esperar. Quizá su única oportunidad venga de la debilidad del resto. Una nueva vieja política que sigue sin convencer a los ciudadanos.
Rafael Rodríguez Prieto, Profesor Titular de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Oalvide
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