La Corona de la Reina

La gata con botas

Las farolas siguen encendidas cuando se pone sus gafillas sobre su menuda nariz, pequeñita como ella, se calza sus zapatillas y saca a pasear a Marzo

Siete vidas dicen que tienen. En el film, el doblaje perfecto de Antonio Banderas, cuenta con nueve. A los cuarenta y algo, treinta y tantos dicen que aparento, alguna que otra ya he gastado. En mis vagones han venido viajando los mismos desde siempre, otros se han subido en algunas paradas y los que sobraban han cogido la puerta y aire en las que correspondía. En el trayecto, puede comprar un billete alguien inesperado, desconocido que de repente accede al tren y te acompaña a esas alturas del camino como si portara el petate desde el principio. Las farolas siguen encendidas cuando se pone sus gafillas sobre su menuda nariz, pequeñita como ella, se calza sus zapatillas y saca a pasear a Marzo. O Marzo a ella, un podenco de ojos saltones, que pesa más que su cuerpo y tiene más fuerza que dos Maldonado juntas. Maldonado María como la nombra mi bluetooth y por reiteración, mi hija, es de esas Marías que llevan Dolores cosido al nombre. En ocasiones, no se da con la palabra correcta para mostrar el agradecimiento y aquí la que escribe se encuentra en esa inefable tesitura. No puedo describirla, ni me lo puedo permitir, porque sería una forma de limitarla. Capaz de ponerme en mi sitio sin alzar la voz, de corregirme con tal sutil elegancia que no me altera, de regañarme etéreamente moderando miconducta sin que resuelle. Digno de análisis. Trabajadora incansable, leal escudera cual Sancho, conciliadora y sosegada con el genio justo para los momentos contados. De sol a sol, de lunes a lunes, sus dedos teclean, su cabeza estudia y su espalda reposa sobre el respaldo del sillón de su despacho. En la Carretera de la Estación nº 1, que ni al pelo viene, la luz siempre está dada. Cuando la vida te dice frena antes de dar cien pasos en dirección contraria, se para, analiza y obedece. Ella es grande en frasco pequeño, como los mejores perfumes. Deja huella donde pisa, porque su firme es eterno. Quien tenemos el privilegio de vivirla, tenemos que dar las gracias por quemar las que nos resten en su compañía. No sé muy bien cuándo compró el pasaje, ni cómo accedió al ferrocarril descarriado de mis vías, pero ahora no imagino el chuc chuc de mis éxodos diarios en su ausencia. Hoy es su santo. La dolorosa vestida de negro volverá a las calles de Albox, su tierra, llorará de nuevo por la muerte de su hijo con el pañuelo de algodón y ribete de encaje colgando de su mano chorreando de tanta lágrima, mientras detrás de esos cristales miopes la mira y pide más por los demás que por su persona. Permítanme la licencia de dedicarle estas líneas.

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