Estoy convencido de que los años de estudios universitarios son clave para la formación y desarrollo de la persona. Además de conocimientos, se han de adquirir capacidades y actitudes, cimentadas en valores consistentes. Porque los conocimientos, con ser importantes, lo son menos que las destrezas y actitudes. ¿Por qué? Porque muchos de los conocimientos que se adquieren durante los estudios universitarios están en permanente evolución, de tal modo que, al salir de la Universidad, fácilmente están desfasados. Además de que la necesidad de cambiar de actividad en la vida profesional obligará a la adquisición de nuevos conocimientos y aptitudes.

Durante mis años de estudiante universitario descubrí nuevos horizontes para mi formación en un Colegio Mayor, algo muy distinto de esas residencias mixtas que proliferan a miles en las ciudades universitarias. Esas residencias centran su oferta en unas instalaciones y los Colegios mayores ofrecen, junto con las instalaciones adecuadas, unos servicios que favorecen la formación de la persona en todos sus aspectos.

Tengo la suerte de haber realizado todos mis estudios universitarios en un Colegio Mayor. Los primeros cursos, en el Colegio Mayor Almonte de Sevilla y los últimos, durante la especialidad, en el Colegio Mayor Albayzin de Granada, los dos son obras corporativas del Opus Dei. El espíritu y el ambiente era el mismo por lo que el cambio me resultó muy fácil.

Recuerdo esos años con mucho cariño. Me llamó la atención el ambiente alegre y acogedor, la limpieza, el orden y el cuidado de los detalles. Además de estudiar en serio, había muchas oportunidades para adquirir esas actitudes y valores que a lo largo de mi vida he podido comprobar que se necesitan para tener una vida plena. Las tertulias, las actividades culturales y deportivas y sobre todo la convivencia me ayudaron en muchos sentidos. Conocí a personas de diferentes regiones y países, hice muchos amigos, tuve conversaciones muy enriquecedoras con profesores, escritores, empresarios y hasta con un torero. Me gustaría destacar el trato confiado y amable que había, la preocupación de unos por otros, el afán por ayudar a los que lo necesitaban, por ejemplo, el cuidado de los que se ponían enfermos o las relaciones con los padres de otros residentes. Me resulta muy difícil resumir en pocas palabras lo que esos años han supuesto para mi vida. Seguramente la explicación más sencilla es que para mí el Colegio Mayor es como una gran familia.

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