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El ejercicio de responsabilidades públicas, tan necesario en su genuina naturaleza, resulta afectado por las maneras de quienes lo desempeñan. Muestra destacada es el presidente norteamericano, a quien sería poco adecuado comparar con un niño enfadado que reacciona haciendo trastadas, si bien algo infantiles resultan sus arrebatos y cambiantes decisiones. La presunción suele aparecer también en el desenvolvimiento de los prebostes descarriados, toda vez que la jactancia y la altanería, propias de los fanfarrones, no faltan en los dignatarios arrogantes y engreídos. Así, cuando las guerras arrasan territorios o países, el susodicho presidente no tiene reparos en considerase candidato al premio Nobel o cree que ese merecimiento se le reconoce por sus más adeptos, acaso porque la devaluación asimismo afecte a la entidad de una distinción tan relevante. Por si no fueran pocas las guerras que diezman y aniquilan, se abren otras debidas a la insensatez o a oscuros intereses. Es el caso de la guerra contra el paracetamol, pues el propio presidente ha manifestado la posibilidad de asociar los trastornos del autismo con la ingesta de paracetamol durante el embarazo. Nada extraño si se considera el no menos trastornado negacionismo del secretario de Salud, insigne “antivacunas” y acaso asesor del presidente cuando este comentó la posibilidad de tratar el coronavirus con inyecciones de desinfectante, a modo de legía sanadora, además de sanitaria. Afirma el mandatario norteamericano que el incremento del autismo es una preocupación mayor para la salud pública, con el argumento de que, en dos décadas, su diagnóstico ha crecido un 400 %. De modo que la explicación es directa: se debe a algo artificial, como un medicamento de prescripción extendida. Estas declaradas “guerras”, como campañas contra lo que no parece tener evidente relación con el objeto de la diatriba, pueden funcionar como “distractores”, ya que generan esa otra preocupación pública por el grado de certeza de las recomendaciones y provocan el nada colateral efecto de la inseguridad. Asimismo, cabe que se deban a una instrumentalización que esconda algún propósito con respecto a las grandes corporaciones farmacéuticas. E incluso sobre el sentido del dolor de las mujeres en el parto, pues el paracetamol es un analgésico mundialmente extendido para, entre otras dolencias, evitar las de mujeres embarazadas y sus posibles efectos, precisamente, en la gestación.
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