Un relato woke de la extrema izquierda
Hacerse o hacer preguntas
La sabiduría de Sócrates también se aprecia en la naturaleza del método que ingenió para hacer que sus interlocutores y discípulos advirtieran, primero, la insuficiencia o superficialidad de sus propias ideas preconcebidas, y, después, respondieran a preguntas que configuraban, de manera progresiva, un conocimiento más solvente, a partir de las contradicciones en el razonamiento de los atentos discípulos. En suma, propiciar saberes generalmente oscurecidos por los prejuicios, pero susceptibles de ser desvelados con las oportunas interpelaciones de quien sabe preguntar para iluminar el entendimiento. Estas enseñanzas no son, por tanto, magistrales, pues no se trata de la transmisión de lecciones, sino que involucran a los aprendices, a los estudiantes, cuando se despierta su curiosidad y acrecienta su motivación para aprender, en una búsqueda activa o participada del conocimiento. La humildad, conveniente virtud, tiene algo que ver con estas interacciones educativas e interrogaciones de las que emerge la cognición, toda vez que la humildad se hace necesaria para reconocer, en el inicio de la adquisición de los saberes, la propia y particular ignorancia, la carencia de fundamentos sustantivos.
Además de la mayéutica socrática, clásica y, por eso, intemporal -más bien de todo tiempo-, la práctica de hacer preguntas puede realizarse de manera reflexiva o introspectiva: hacerse preguntas, en expresión pronominal. Cuestión que requiere de pericia o tino, ya que se trata de formular las preguntas de modo que dar con las respuestas propicie el entendimiento. Además, si las preguntas se hacen a otros, por razones debidas a la significación de las respuestas, Saramago acierta, en las páginas de su Ensayo sobre la ceguera, al entender que incluso la falta de respuesta es precisamente eso, una respuesta: “Las respuestas no llegan siempre cuando uno las necesita, muchas veces ocurre que quedarse esperando es la única respuesta posible”. Cabe, sin embargo, intuirla con la cooperación instrumental, y algo diabólica, de la zozobra, pues, ahora con García Márquez y sus Memoria de mis putas tristes, interviene “el diablillo que sopla al oído las respuestas devastadoras que no dimos a tiempo”. Luego hacer o hacerse preguntas no solo es un ejercicio oportuno para sostener las entendederas, sino con el propósito de desvelar razones que determinan la vida, hasta perderla sin descubrirlas.
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