Si no hay mata, no hay patata

El haz y el envés

El haz y el envés son las dos caras de una hoja, la primera es donde suele darle el Sol y la segunda la que está en sombra

Estoy seguro que todos ustedes conocen alguna persona que, de forma inexplicable, o por mejor decir, difícilmente entendible, tiene la capacidad de reventar una reunión y de crear un malestar generalizado. Suelen ser protestones profesionales, lo que coloquialmente se conocen como ‘tocapelotas’, que se posicionan en contra de cualquier iniciativa u opinión que no sea de su agrado o que no coincide con lo que ellos proponen. Tienen otra característica de personalidad que no les ayuda en aras a rectificar su comportamiento: suelen malpensar de todo porque siempre sospechan la existencia de intereses particulares y ocultos en la actitud de los demás. Tienen el síndrome de Don Quijote, que veía peligrosos gigantes en lugar de los molinos manchegos.

Afortunadamente también existen criaturas que van por la vida con una sonrisa en los labios, con una actitud positiva con la que van repartiendo palabras y gestos cariñosos, sin ninguna intención de recibir nada a cambio. Con su presencia dan luz por donde pasan y son capaces de relajar tensiones y de hacernos sentir a gusto con su presencia.

El haz y el envés son las dos caras de una hoja, la primera es donde suele darle el Sol y la segunda la que está en sombra.

En analogía con las personas es la diferencia entre los seres luminoso y los oscuros. De estos últimos nuestro rico castellano los denomina de formas tan variadas como cenizos, cenutrios, malajes, malasombras, cansalmas, atravesados o aguafiestas. Pero este comportamiento tiene, además, consecuencias para la salud, pues está demostrado que una actitud positiva es un factor importante para evitar y superar enfermedades. Dolores de estómago, cefaleas depresiones y malestar general, son síntomas de desequilibrios que tienen relación directa con nuestra forma de afrontar y superar los retos que la vida nos presenta a diario.

Prefiero terminar esta modesta reflexión con el ánimo en alto. Hagan la prueba de tener unas palabras amables con quien primero se encuentren por las mañanas, de hacer pequeños gestos a lo largo del día, de tomarse la molestia de escuchar a otra persona sin prejuicios, poniéndose en su lugar y tratando de entender su punto de vista. Verán como se sentirán mejor, como se les ensancha el ánimo y tendrán más facilidad para conseguir sus objetivos, al mismo tiempo que aumentará su resistencia a frustrase con los fracasos. Como nos enseña el refranero, no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista.

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