El hombre del saco

Pasamos los primeros 20 años rellenando un saco y el resto de nuestra vida tratando de vaciarlo

Cierta noche, a finales del siglo XIX, Robert Louis Stevenson se despertó sobresaltado después de haber tenido una pesadilla. Decidió compartirla con su mujer para ver si, de este modo, sentía alivio a su angustia. Ella lo calmó pero, sobre todo, lo instó a escribirlo todo. De aquel oscuro sueño surgió el conocido y "Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde." En la novela, Jekyll es un científico que crea una poción capaz de separar la parte más bondadosa de lado más maléfico de una persona. Cuando el inventor bebe su propia pócima se convierte en Edward Hyde, un verdadero criminal. Esta historia no refleja ningún trastorno bipolar, como alguna vez se ha presupuesto y tampoco describe a un sujeto con personalidad múltiple. El libro desarrolla de una forma magistral lo que puede llegar a suceder cuando cualquiera de nosotros niega su lado más perverso y deja que este crezca en la sombra.

A los dos o tres años de edad todo nuestro ser irradia una energía que no siempre sabemos cómo canalizar. Un día escuchamos a nuestros padres decir "¿puedes estarte quieto?, ¿quieres dejar de hacer eso?" Y descubrimos sorprendidos como determinados aspectos de nuestra personalidad resultan molestos. En otro momento un maestro, por ejemplo, nos dice "eso no se hace, pórtate bien" o "los niños buenos no se enfadan por eso." Y así, poco a poco, vamos echando a un saco aquellos aspectos nuestros que no deben ser mostrados, que socialmente son recriminados. Si ese saco no se ventila, no se ordena, todo lo que echamos ahí corre el riesgo de putrefactarse y mutar. Si no gestionamos correctamente el contenido de la bolsa y, más importante, enseñamos a nuestros pequeños a hacerlo también los condenaremos a pasarse los primeros 20 años rellenando el saco y el resto de su vida tratando de vaciarlo.

En una cultura que intenta guiarse por modelos ideales, nuestro lado amable y tolerante de la personalidad tiende a hipertrofiarse llevando a un empequeñecimiento de otros aspectos considerados negativos como pueden ser la ira o la agresividad. El cuento de Stevenson nos enseña a no negar la existencia del contenido del saco porque éste va desarrollando personalidad propia y cualquier día puede aparecer ante nosotros como si realmente se tratase de otra persona. La sombra que vive ahí dentro debe ser una silueta superponible a nuestra persona no una figura simiesca con garras y colmillos.

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