Ser de ideologías

Las campañas electorales, como ser vivo que soy y humano que me representa, me seducen, me conmueven y me agitan,

Las campañas electorales, como ser vivo que soy y humano que me representa, me seducen, me conmueven y me agitan, qui pro quo, mis más íntimas estancias morales. Debo reconocer que es un momento social y lúdico al que suelo ir como un penitente lo hace religiosamente al compás de una procesión. Con respeto y devoción, como se espera del buen esclavo. Perdón, quise decir, ciudadano.

Es el momento en la vida de un votante en el que las diferentes -que no distintas- formaciones hacen bailar a la ciudadanía entre los rojos y los azules, entre los verdes y los morados, entre fachas y comunistas, entre estalinistas y trotskistas, entre fascistas y demócratas, entre buenos y malos.

En eso se reducen las ideologías que, a falta de principios y valores morales -los primeros que no los cumplen son los que más hablan de ello- nos atiborran con sus dogmas y con sus líneas de no retorno en un intento de anular la capacidad crítica del votante.

A este nutrido grupo de señores, como bien apuntaba en una de sus exquisitas disertaciones el escritor e intelectual Pablo Torres se les unen otro de similares características y mismos andares que pululan por el entramado circense y que crepita sobre nuestras sienes: los escépticos. Estrato social definido en una estructura humana cuyo oficio no es otro que dudar del conocimiento o la experiencia, sean éstos hechos, opiniones o creencias declaradas como actos, o de dudas respecto de afirmaciones que son tomadas por supuestos en otras partes. Lo importante es vestir bufanda en verano, pipa y monóculo, a lo sumo. Animal ecuestre, aparte, se valorará. Como bien decía, mi compañero escritor y filósofo, Antonio Guerrero Ruiz, se podría crear un partido a sabiendas de que surgirán escépticos de segunda y tercera generación que pedirán un nuevo partido, u nuevo orden. Para ese entonces, mi querido lector, ya no habrá paz en la tierra para los hombres de buena voluntad. Quizás, como bien decía el actor y dramaturgo Fernando Labordeta Blanco solo nos quedará ser del Betis o del Atlético de Madrid, amén de las aseveraciones de, cómo no, Nietzsche hacía sobre la filosofía y la cerveza.

En definitiva, estimado lector, nos hacen ser de ideologías, no vaya a ser que cuando gobiernen les pidamos responsabilidades por la gestión y las consecuencias de un mal gobierno.

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