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El acoso y la violencia de género son el resultado del machismo estructural y sistémico que aún persiste en nuestros días y que está presente en todos los ámbitos de la sociedad. Reconocer esta realidad es el primer paso para avanzar en su erradicación.
Las denuncias de acoso conocidas en el ámbito del Partido Socialista han tenido una respuesta clara, firme y sin ambigüedades. El PSOE no ha minimizado nunca la violencia machista ni la ha relativizado. Cuando se ha producido, en cualquiera de sus manifestaciones, la hemos denunciado y hemos actuado. También como ahora, cuando ha afectado a nuestra propia organización, porque estamos ante una exigencia ética y democrática irrenunciable.
Desde el primer momento, se ha pedido perdón a las víctimas y se han activado los mecanismos de apoyo, acompañamiento y asesoramiento necesarios. Se nos reprocha no haber sido más rápidos o más contundentes. Es muy probable que haya margen de mejora. Pero no se puede confundir el todo con la parte: los comportamientos inadmisibles de unos pocos no pueden empañar décadas de lucha colectiva por la igualdad real protagonizada por miles de mujeres y hombres bajo estas siglas.
Las mujeres socialistas -y los muchos hombres que han caminado a nuestro lado- hemos sido siempre un dique frente al machismo. Hemos dicho basta y lo seguimos diciendo ante cualquier conducta que atente contra la dignidad, la libertad y la igualdad de las mujeres.
No hay espacio en un partido feminista para comportamientos incompatibles con los valores que defendemos ni con la historia de una organización que ha liderado los principales avances en derechos de las mujeres en España. El PSOE es feminista porque ha convertido la igualdad en política pública, porque ha reconocido la violencia de género como un problema estructural y porque ha ampliado derechos cuando otros los negaban.
Este compromiso no se debilita ante la dificultad: se reafirma cuando toca asumir responsabilidades, revisar los protocolos, mejorar los circuitos de protección y actuar con la máxima contundencia ante cualquier indicio de acoso. La tolerancia cero no es una consigna, es una obligación ética y política.
Avanzar en igualdad también implica corregir, depurar y proteger. Hoy reafirmamos un compromiso claro e irrenunciable: ni una mujer sola, ni una agresión sin respuesta.
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