Sólo se oyó en el pleno municipal del Ayuntamiento de Almería, como un oleaje furioso, el “no” rotundo de Vox a la iniciativa de la alcaldía para retirar de la ciudad los símbolos contrarios a la Ley de Memoria Democrática, que es como si el ayuntamiento se purgara de todo el dolor con que ha sido vulnerado el relato histórico y, de paso, evitar que ante la presencia de estos símbolos algunos exaltados camastrones acumulen, brazo en alto, cada 20N flatos patrióticos de una memoria en ruinas.
Sí, es de celebrar la sensibilidad de la alcaldesa de Almería por reparar el relato de unos símbolos que, durante más de ochenta años, nos han perseguido en las calles y edificios de esta ciudad, símbolos que han herido los sentimientos de muchas personas y rememorado momentos infelices de un pasado de trincheras.
Cuando escuchaba la propuesta de la portavoz del PP generar el catálogo de esos elementos susceptibles de retirar porque ya no forman parte del clima social de nuestra ciudad y te dice, además, que estará avalada por una comisión técnica, formada por almerienses de reconocido prestigio como Rafael Quirosa, Lola Núñez y Pilar Sánchez Sedano, entonces, sientes deseos de reconciliarte con esa derecha más europeizada y democrática que acierta a trazar una ruta moral de la memoria, con capacidad para desterrar de esta ciudad esos símbolos cocidos a fuego lento, persistentes en escudos, rótulos, insignias o placas de nuestras calles que recuerdan experiencias brutales.
Es bueno que el ayuntamiento no haga oídos sordos y se aplique la legislación en vigor porque su decisión adquiere prestigio y, por lo tanto, autoridad moral; es bueno que entre todos contengamos el dolor y el miedo que proyectan esos símbolos cuyos episodios merecen rechazo, aunque también me da miedo que la memoria se desvanezca y olvide una historia que no se debe repetir.
Para no caer en el error del olvido quizás, además, sea necesario curar la chulería de algunos que se obstinan en seguir representando la pesadilla de esos símbolos y se tomen medidas socioeducativas que mejoren su empatía, la de esos y la de otros almerienses hacia las víctimas y el dolor sembrado durante tanto tiempo a fin de que esta iniciativa municipal se base plenamente en los principios de verdad y justicia.
¿Se borrara el trauma que esas familias han sufrido? Tal vez sí, tal vez no, pero retirarlos y educar en la reparación tal vez compense y contengan el dolor que producen.
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