NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Ayer, justamente cuando todo el mundo hablaba de los vergonzosos incidentes de Torre Pacheco, me crucé con unos operarios que subían un colchón enorme por la escalera del edificio. Hacía un calor de mil demonios y el colchón no cabía en el ascensor, así que los dos hombres tuvieron que subirlo a pie. En el descansillo donde me los encontré hicieron una parada y pude conversar un poco con ellos. Eran sudamericanos –quizá colombianos o ecuatorianos– y estaban de buen humor a pesar del calor horrible y del esfuerzo de estar subiendo el colchón a pie (un colchón, ya lo he dicho, king size). “Espero que los dueños del colchón lo disfruten a gusto”, me dijo uno de ellos guiñando el ojo, y luego los dos volvieron a emprender la marcha. Les deseé buena suerte. Y no sólo eso, sino que su vida aquí fuera próspera y lo más agradable posible. Ellos, desde luego, parecían empeñados en que así fuera.
Cualquiera de nosotros conoce casos así: inmigrantes que trabajan como bestias y que sueñan con comprarse un piso –por modesto que sea– y con vivir mucho mejor de lo que habían podido vivir sus antepasados en sus países de origen. Estos inmigrantes no sólo son necesarios, sino que están contribuyendo a mejorar nuestra vida.
Por lo general, muchos de nosotros despreciamos a nuestro país –basta ver los resultados electorales que validan las opciones políticas que se alimentan del odio a España–, pero ellos no lo desprecian ni lo odian, sino más bien todo lo contrario. Al fin y al cabo, nosotros les hemos ofrecido los beneficios del Estado del Bienestar –educación gratuita, sanidad universal, subsidios de desempleo y ayudas para las familias vulnerables– que jamás podrían encontrar en EEUU o en sus países de origen.
Esta realidad es incuestionable. Pero hay otra realidad que no queremos ver porque nos desagrada o nos incomoda: la de los inmigrantes que viven a costa de los subsidios y que no tienen demasiado interés en trabajar ni en respetar el país que les ofrece escuelas y hospitales y ayudas sociales. El buen woke jamás osaría pensar una cosa así por temor a sufrir una conmoción cerebral, pero esta otra realidad existe. Y es esa otra realidad la que va a traernos muchos problemas. Ya lo estamos viendo.
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