Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Intemperie
La desigualdad del tiempo es propia de la intemperie, pero asimismo de la vida, aunque la rijan las rutinas. Estas pueden ordenar las secuencias de las jornadas y de las labores, mas no hacen que los días sean iguales, porque cada uno de ellos trae su afán, sus cuitas y dificultades, sin que deban faltar tampoco, claro está, venturas y dichas en su justa medida.
La entidad sustantiva de la intemperie, como desigualdad del estado atmosférico y -metáfora mediante- de la vida, tiene algo que ver con la situación coyuntural de estar a la intemperie. Así ocurre por encontrarse a cielo descubierto, sin techo, cobijo u otro reparo que resguarde y defienda.
Se trata asimismo, por tanto, de una tesitura vital, cuando las circunstancias se alían -o coinciden por mor de las casualidades y el infortunio- para llevar al desamparo de vivir a la intemperie o si acaso, como en la imagen, a aposentarse en la íntima y ambulante estrechura de una tienda de campaña. Más propia del campo, pues suelen faltar los techos que den abrigo, llama la atención esta tienda levantada, con tan negra y exigua compostura, en el urbano acerado de la ciudad, si bien sea cerca de un parque. Aún así, tan vulnerable e incluso exótica, tal tienda quizás dé un mínimo remanso doméstico, un refugio donde encontrar frágil asilo y endeble protección, a fin de no quedar a la intemperie, con la inclemencia mayor de las desgracias sin techo.
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