Los jóvenes dan la espalda al azadón, no al dron

En España, casi la mitad de los que trabajan la tierra supera los 65 años, una realidad que anticipa una crisis con profundas ramificaciones económicas, sociales y ambientales. El desinterés de los jóvenes nace, en parte, de un imaginario obsoleto que asocia la agricultura a un oficio de subsistencia, marcado por un enorme esfuerzo a cambio de una escasa rentabilidad y un nulo prestigio social.

Reivindicar la labor del campo es una necesidad estratégica. Los alimentos no nacen en los supermercados y, en un mundo convulso, la soberanía alimentaria importa. También la cohesión territorial, manteniendo vivo el medio rural, disminuye el sangrado que está suponiendo el abandono de tierras en la España rural, y es una política tan eficaz como cualquier otra de prevención de incendios, despoblación y pobreza.

La clave del relevo está en concebir el campo como un ecosistema de innovación. La solución es científico-técnica y pasa por la automatización, la robótica, la sensórica, la inteligencia artificial y la agricultura de precisión. Se trata de fusionar el conocimiento ancestral con la tecnología, para producir más, con menos recursos y, sobre todo, con un mayor valor añadido.

El modelo Almería es el mejor ejemplo. Aquí, la tecnología de invernaderos ha generado y distribuido riqueza, atrayendo perfiles técnicos cualificados. Mientras gran parte del campo español envejece, nuestro invernadero mantiene un núcleo de agricultores jóvenes que, además, son propietarios de sus explotaciones. Es la fórmula del éxito para el relevo generacional y la estabilidad productiva.

Pero la tecnología por sí sola no basta. La savia nueva necesita un ecosistema favorable. Una formación de vanguardia, un asesoramiento profesional y nuevos modelos de negocio son imprescindibles. Los canales cortos de venta y las marcas propias, complementan los sistemas de comercialización tradicionales, ayudando a que el agricultor se quede con una mayor parte del valor que genera.

La diversificación, como el agroturismo, crea ingresos adicionales y cambia percepciones. El formidable trabajo de nuestra querida Lola Gómez en Clisol, es la prueba de que abrir las puertas del invernadero para mostrar esta realidad de alta tecnología, destierra prejuicios y prestigia nuestro sector.