Un relato woke de la extrema izquierda
El lenguaje del dolor
Hay profesionales de la sanidad que eligen blindarse para no llegar a casa destrozados cada día. Y es comprensible y quizá necesario para evitar que los daños colaterales de la empatía sean demasiado dañinos para mantener un equilibrio saludable dentro del vértigo de las emociones. También hay una minoría que deja mucho que desear en aspectos esenciales del trato y el contrato hipocrático, pero allá cada cual con su conciencia.
Esos profesionales que no pueden evitar la angustia o incluso el llanto ante el acoso de las penas compartidas nunca dejarán de ser vulnerables al dolor ajeno sin que eso signifique debilidad o flaqueza. Todo lo contrario.
Seguro que no olvidarán aquella mirada tras un diagnóstico atroz o aquel abrazo último con una familia que se despide de sus ser querido. Hay lágrimas que nunca mueren. No existe vida sin dolor, puesto que no existe la muerte sin la vida ni la tristeza sin la felicidad.
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