La leyenda de Galiana

Esconde nuestra Alcazaba un secreto, una historia, digna de ser recordada. Pasen, lean y escuchen

Existen rincones mágicos que esconden una leyenda que merece ser recordada; la historia de quienes vivieron allí una vez. Nuestra Alcazaba no iba a ser menos. Si te acercas a ella con respeto podrás sentir el poso que dejan mil años de solemne presencia. Tras un agradable paseo por el primer recinto, hoy convertido en jardines al estilo de la Alhambra, nos situamos a los pies del Muro de la Vela. Cruzar al segundo recinto te acerca a la zona palaciega del complejo. Aquí los baños, allí las tiendas. Ora los aljibes, ora la mezquita. Y así llegamos al palacio de Almotacín. En la cara norte de la Alcazaba, en el mirador de la Odalisca se fraguó el mito que hoy les quiero contar. Era Almotacín rey de la Taifa de Almería. Y es de justicia señalar que debió ser bueno puesto que las crónicas relatan el periodo de mayor prosperidad vivido por nuestra ciudad. Nuestro rey gustaba de los usos y costumbres del momento. Disponía así de un harén bien nutrido pero como siempre una, de entre todas sus concubinas, era su favorita. La belleza de Galiana traspasaba los muros de la fortaleza siendo conocida en toda la medina. Según el relato habría un joven cristiano que se encontraba preso en una mazmorra. Cada día se las ingeniaba el mozo para ver a Galiana a través de los barrotes e improvisar una canción que alababa su hermosura. Tal era la pasión con la que entonaba sus coplillas que la muchacha terminó enamorándose de él. Una noche ésta sobornó a los guardias para acceder a la celda del cristiano preso. Su dulzura y unos hermosos ojos verdes terminaron por rendirla. Así, cada noche, se colaba Galiana en la celda para estar con su enamorado. Pasado un tiempo, la mora y el cristiano decidieron fugarse; Almotacín ya sabía de la infidelidad. Al más clásico estilo ella lo llevó a sus aposentos, aprovechando el refugio que la noche ofrecía trenzaron con sábanas una cuerda. Desde el mirador de la Odalisca el joven comenzó a descender hacia el barranco de la Hoya más un centinela atento lo divisó. El cristiano, resuelto a no padecer de nuevo el mismo martirio se dejó caer y murió a los pies de la Alcazaba. Galiana, muerta también en vida, pasó el resto de sus días llorando en esa ventana hasta que finalmente ella misma también falleció. Toda leyenda tiene un origen real. Tal vez merezca la pena pasear por nuestra Alcazaba y tratar de escuchar cómo canta el cristiano y cómo llora la mora.

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