NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Los profesores recuperan el control de las aulas
Querido doctor: Un libro es siempre un regalo, que va más allá de lo material, hasta llegar a ser un tesoro, en el que el valor espiritual forma parte de su definición intrínseca. Esta joya bibliográfica, que tengo en mis manos, es un volumen luminoso, tal hubiera salido, al mismo tiempo que el Quijote, de la mirífica imprenta de Ibarra: la madre de los libros. Está dedicado a usted, un hombre excepcional, por otro hombre excepcional: Antonio Berenguel Miras. Asevera un proverbio que libros, caminos y días dan al hombre sabiduría. Y usted, Dr. Diego Morata Artés, ha sido un cirujano providencial, un humanista, como Juan de Valdés, un discípulo privilegiado de Hipócrates, un aficionado a los toros, como Antonio Díaz-Cañabate, y, sobre todo, el genio, que, en la enfermería de la plaza de toros de Almería, devolvía a los toreros heridos la fe y la esperanza en la vida, por muy grave que hubiese sido la cogida. Como persona, su bondad es infinita, como infinito es el texto que Antonio Berenguel caligrafía con una prosa, la cual se asemeja a un diamante tallado por sus manos, frotándolo con otro diamante. Querido doctor D. Diego Morata Artés: Muchos fueron los llamados, y pocos, los elegidos. Y usted ha sido elegido por unanimidad. La tauromaquia de José María de Cossío y una media de Pepe Luis Vázquez (padre) versifican los instantes. En su honor.
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