NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Las almas bellas están muy preocupadas porque han detectado –¡a estas alturas del combate parlamentario!– que en el Congreso de los Diputados se han transgredido todas las normas de buena conducta. “¡Se habla de prostíbulos! ¡Se habla de saunas! ¡Ha habido ataques sin precedentes a la familia del presidente!”, gimotean escandalizadas las almas bellas. Por lo visto, hasta ahora todo el debate político en nuestro país se desarrollaba según los métodos caballerescos del reglamento de esgrima. Y cada vez que un parlamentario subía al estrado, se dirigía al adversario con un hermoso saludo de cortesía, como hacen los contrincantes de esgrima cada vez que se inicia un nuevo asalto. Y como todos sabemos, aquí nunca ha habido jarabe democrático ni escraches en los domicilios ni amenazas de muerte ni cordones sanitarios. Oh, no, nunca, jamás.
Pero ahora, según las sensibles almas bellas, se han cruzado todas las líneas rojas. Una jauría de hienas famélicas ha irrumpido en un Parlamento en el que hasta ahora todo era corrección y amabilidad y respeto. ¡Dios santo, qué cosas pasan! Cualquier persona que tenga un mínimo de inteligencia sabe que el sanchismo y sus aliados conciben la vida política como un combate de boxeo amañado en el que siempre van a poder usar nudilleras metálicas, guantes de acero y hasta golpes en la nuca prohibidos por el reglamento (que el árbitro, convenientemente entretenido por una buena mordida, tolerará mirando bovinamente hacia otro lado). Y todos sabemos que el sanchismo es un experto en llenar los asientos del ring con un público fanático al que se le han regalado entradas gratuitas. Pero nada de esto preocupaba a nuestras bellas almas. Y sólo ahora, cuando la oposición ha empezado a manejar nudilleras y puños de acero –lo hizo el otro día Feijóo–, nuestras almas bellas gimotean mientras reclaman el regreso a las normas civilizadas del marqués de Queensberry. Y lo dicen quienes han aplaudido a Rufián y a Bildu y a los podemitas y a los de Junts (¡con pinganillo!), que han embarrado el ring hasta extremos que se habrían considerado inadmisibles incluso en un combate de Hulk Hogan contra el Enterrador en Las Vegas. ¡Ay, ay, ay, qué terrible es todo eso!
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