La otra memoria histórica

Recuperar cuerpos de las fosas comunes nos dignifica a todos como país

Entre los próximos 2 y 4 de marzo está prevista la celebración del I Congreso Internacional sobre la Revolución Cantonal de Cartagena. Me parece una iniciativa encomiable, además de justa y necesaria. Cartagena fue un emblema de movimiento cantonal español que cristalizó durante la I República Española (1873-1874). Alentaba un federalismo intenso, hasta sus últimas consecuencias, que soñaba con una España suma de cantones independientes, unidos por voluntad propia en el marco de un estado mayor. Este último matiz resultaba de singular relevancia. La federación cantonal proponía un recorrido desde la base (el cantón) hasta el vértice de la pirámide social (el estado). Es verdad que el movimiento tuvo un sesgo claramente mediterráneo o atlántico en su versión andaluza. Hubo cantones destacados, entre otros lugares, en Alcoy, en Alicante, en Sevilla, en Murcia, en Córdoba o en Granada. A veces tuvieron algo más que proximidad, como entre el de Motril y el de Gualchos, separados por apenas 18 kilómetros. Otros contaron con figuras tan señeras del pensamiento español como Fermín Salvochea, un referente del pensamiento liberal español que llegó a presidir el cantón de Cádiz. Todo ese movimiento empezó y terminó en Cartagena. De ahí arrancó el cantonalismo español un 12 de julio de 1873 y ese fue su último reducto hasta el 13 de enero de 1874. La historia de España está llena de sugerencias que parecen orbitar al borde de un agujero negro de la memoria. Como el movimiento cantonal, hubo una corriente de pensamiento ilustrado, muy activo en el siglo XVIII, capaz de tomar iniciativas tan novedosas como las nuevas poblaciones de Olavide en Sierra Morena. Nuestra ciencia ha sobrevivido a pesar del secarral político, con figuras tan decisivas en sus disciplinas como Ramón y Cajal o Navarro Tomás. Legamos el paradigma de las constituciones liberales gracias a las Cortes de Cádiz. Pusimos los cimientos de la pedagogía moderna durante la II República. Luchamos contra el fascismo por todas las trincheras de Europa. Fuimos un ejemplo de transición civilizada después de un penoso proceso de dictadura. No me voy a quejar de que la Ley de Memoria Histórica, desde luego. Recuperar cuerpos de las fosas comunes nos dignifica a todos como país. Me parece simplemente una cuestión de humanidad elemental para que al menos descansen definitivamente en paz aquellos a quienes les arrebataron el derecho a la vida. Solo que, sin renunciar a algo que simplemente implica la más mínima ecuanimidad, sí que me gustaría recuperar el resto de nuestra memoria histórica hasta completarla. Y creo que debe ser sin adjetivos. Nos merecemos poder mirar nuestro pasado en paz.

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