Mentiras nobles

19 de diciembre 2025 - 03:07

La mentira piadosa, aunque pueda considerarse una práctica más o menos socorrida, para atenuar contrariedades, y con poco interés filosófico, interesó no poco a Platón, a partir de una consideración algo relacionada con la utilidad persuasiva de la retórica, tan propia de los sofistas y de los oradores. Así las cosas, Platón no era partidario de utilizar los discursos para persuadir, aunque se evitaran las más desacertadas instrumentalizaciones de la demagogia y del populismo. Si bien reconocía el filósofo griego que, en ocasiones, la verdad, en su manifestación derecha y no alterada por falsedades, puede ser insuficiente, o no del todo útil, para influir en el auditorio o en los destinatarios de su anuncio. De manera que, sobre todo si los propósitos son juiciosos, puede ser recomendable una ocasional práctica de la mentira. Esta, entonces, es presentada por Platón como “noble mentira”, cuya naturaleza tiene que ver con una de las dos grandes categorías en que pueden repartirse las mentiras. Unas son las falsedades genuinas, involuntarias, propias de la ignorancia, y otras las mentiras tan solo verbales, voluntarias, casi a modo de “mentiras semejantes a verdades”. Se ha dicho “mentiras nobles” por entenderse que eran falsedades necesarias para que los gobernantes -en este caso, los filósofos- preservaran y mantuvieran la armonía social. Es decir, mentir para beneficio del Estado. Por parecidas circunstancias, se tienen como razones de Estado las invocadas, en función de consideraciones de interés superior, para hacer algo contrario u opuesto a la ley o al derecho. Así la mentira a la verdad, aunque pueda sostenerse que tales falsedades nobles no colisionan con lo verdadero, sino que, de algún modo, quedan al servicio de la verdad. Un mito clásico, recogido en la República, es ejemplo de lo antedicho: las habitantes del Estado son todos hermanos, pero el dios que los modeló puso oro en la mezcla con que se generaron quienes eran capaces de gobernar, de modo que sean los que más valen; plata en la de los guardias; y bronce en la de los labradores y artesanos. Aunque algunos hijos de estos últimos también tendrían oro en su sangre y, por tanto, podrían ascender y mandar. Por falso que fuese el mito, de ser creído por los ciudadanos ayudaría a ordenar la sociedad, sin excluirse las aspiraciones personales de progreso. Y el mito, al cabo, se convierte en mentira noble. Filosofía aparte, ¿qué son los ya cercanos Reyes Magos ante el beneficio de la ilusión?

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