La tapia con sifón
Antonio Zapata
Pudieron ser estrellas, 4: Espronceda
Detrás de cada mirada hay un “tú”. ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la rutina y olvidamos mirar a los ojos a las personas que nos rodean? Hablo de la chica del estanco, la cajera del supermercado, el conserje del edificio donde vivo, el camarero del bar al que acudo a diario. Mantenerles la mirada se convierte en toda una muestra de respeto.
La revolución se materializa cuando traspasamos el “buenos días” y lo llevamos al siguiente nivel con un ¿qué tal está? o un ¿todo va bien? Practicar esta actitud con los demás no solo transforma el mundo, sino que también fortalece la sensibilidad propia y la empatía. Además, tengo el convencimiento de que estos gestos son mucho más que un comportamiento meramente buenrollista, sino un caldo de cultivo de pequeñas alegrías diarias y auténticas. Todo empieza por una sonrisa.
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