
La Tapia con sifón
Antonio Zapata
Manolo el de Los Mimbrales
Comunicación (Im)pertinente
En estas mismas páginas he repetido en varias ocasiones que la derecha actual mantiene un hilo indisimulado, e incluso ufano, de conexión con los fascismos que empezaron a asolar Europa hace un siglo. Estaba equivocado, al menos en buena medida, lo reconozco. En aquella época oscura, los grandes referentes de la reacción política construían y defendían ideologías, por supuesto, completamente siniestras y monstruosas. Las únicas excepciones se dieron en España, lo que no deja de ser curioso. Nadie conocido ha descifrado a qué se refería con exactitud José Antonio Primo de Rivera cuando hablaba de “unidad de destino en lo universal”, en el supuesto de que en realidad quisiera decir algo concreto. En cuanto a Franco, fue más bien un trilero que iba recopilando lo que caía en sus manos, hasta darle forma de engendro ideológico conservando las sangrientas prácticas de sus correligionarios fascistas.
La derecha actual ha renunciado a cualquier forma de formulación ideológica explícita, lo que no deja de ser una novedad. Se desenvuelve entre las coordenadas de un universo burdo y ostentoso a la vez, que tiene a gala manifestarse de forma tosca, dejando constancia de su radical incultura y de su desprecio sin concesiones hacia la otredad. El buque insignia y referente de ese modus operandi es, por supuesto, Donald Trump, un magnate norteamericano, cuya fortuna corre en paralelo a su desapego explícito hacia la cultura. Convertir Gaza en un emporio turístico, por descontado, es una infamia para el pueblo palestino. Pero también una desconsideración para el resto del Planeta civilizado, al que haa destinado a regirse conforme a una especie de Monopoly Global. Trump, eso sí, se reserva el derecho a modificar las reglas, ser él único tirador de dados y mover las fichas a su antojo, mientras los demás miran y asienten
A Trump le sigue una legión cada vez más numerosa de discípulos, con los mismos modos y connotaciones. Las intervenciones de Milei, Meloni y los demás son ofensivos sin paliativos de clase alguna. Lo son por sus formas, por sus gestos, por sus trasfondos y, sobre todo, por la permanente desconsideración hacia los demás que transportan.
En España, naturalmente, también tenemos nuestra dosis de políticos burdos. Esta semana Isabel Díaz Ayuso no ha tenido mejor ocurrencia que proclamar amenazas de muerte por parte del presidente. Una afirmación tan frívola es, como mínimo, inopinada en un estado democrático.
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