Municipal catolicismo

22 de mayo 2025 - 03:08

Sorprende, en los últimos años, el auge hiperbólico en una parte de la sociedad, de las celebraciones religiosas que ocupan el espacio público de pueblos y ciudades; la aparición de nuevas cofradías para la Semana Santa o la potenciación de eventos y tradiciones preexistentes, en una suerte de crescendo o delirio colectivo, sin precedentes históricos conocidos. Una mezcla entre lo pagano y lo religioso, y entre lo institucional, lo turístico y lo concupiscente. Las festividades tradicionales cristianas, en su ámbito de religiosidad popular, aparecen así renovadas y engrandecidas en un marco nuevo, vacío de contenido religioso real, doctrinario o teológico, incluso ajeno a toda ideología política, que celebra, en el fondo, la nada más absoluta, la tontuna o estulticia de una sociedad profundamente decadente y estúpida. Por ello, no es de extrañar que representantes políticos de todos los colores se apunten al carro de la fiebre desatada y participen y apoyen activamente todas estas manifestaciones. Resulta paradójico ver a ciertos representantes de la autocalificada como izquierda, históricamente contraria a la exaltación de lo religioso en el espacio público-aconfesional, asistir a todos los fastos, incluyendo las primeras filas de los oficios y ritos que se celebran en el interior de los templos junto a los ministros de la Iglesia. La cosa no es nada nueva, pero ha adquirido ahora unas proporciones siderales. Viene de lejos que las distracciones o principales forma de ocio de la grosera turba española sean disfrazarse, sacar el santo a la calle y acudir al bar. Disfrazarse de lo que sea, ya sea para el carnaval, la cuaresma, la Semana Santa, la feria o las fiestas patronales; de manola, penitente, templario, Piolín o Spiderman, todo es en el fondo lo mismo. Acompañando sacan las máscaras el muñeco a pasear, a darle una vueltecita; la Virgen y el Señor, el Santo y la santa, la sardina o la carroza, y sus majestades de Oriente. El objetivo es lucir plumajes y divertirse; acabar en el bar comiendo y bebiendo como si no hubiera un mañana. Pero a las instituciones y sus representantes políticos parece que les interesa ahora más que nunca potenciarlas y darles rango de alta cultura. El postureo religioso es una vertiente más del populismo político y del ejercicio de la demagogia. Durante el franquismo el nacionalcatolicismo anestesió a una torturada y hambrienta sociedad. Ahora el es municipalcatolicismo el que une a todos los necios ociosos, los tontos de capirote.

stats