Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Este verano los incendios forestales han dejado una profunda cicatriz en España. No son fruto del azar: arde donde sobra combustible y falta gente. Cuando se descuida la gestión forestal y la ganadería desaparece, compramos papeletas para que el desastre ocurra. La solución pasa por recuperar una visión inteligente del territorio, entendiendo nuestros sistemas agroforestales como un mosaico resiliente.
Un paisaje donde cultivos, pastos y masas forestales conviven en equilibrio, fragmenta el combustible y actúa como una barrera natural contra las llamas. Cada parcela cultivada, perímetro desbrozado y rebaño pastando, se convierten en un cortafuegos vivo y eficaz. A ellos se suman los puntos de agua accesibles, caminos transitables y una clara separación entre las zonas urbanas y forestales.
Afortunadamente, en Andalucía contamos con el INFOCA. Entre sus herramientas están las quemas prescritas: fuego técnico aplicado por expertos en ventanas meteorológicas seguras y con objetivos definidos. Estas quemas controladas reducen el matorral, crean zonas estratégicas de anclaje para la extinción y sirven de entrenamiento para las cuadrillas. Combinadas con el pastoreo, demuestran que la sinergia entre técnica moderna y usos tradicionales es imbatible.
Otra pieza crítica es la red eléctrica. Mantener franjas de seguridad libres de vegetación bajo las líneas y garantizar su óptimo estado no es un gasto, es una inversión esencial en prevención. La supervisión constante, telemetría y poda selectiva pueden evitar desastres. La PAC no solo debe estar del lado de los agricultores, sino premiar a quienes cuidan y protegen el territorio, reduciendo el riesgo. Es fundamental incentivar el pastoreo extensivo, los desbroces mecanizados, la gestión sostenible de restos agrícolas y la agrosilvicultura. Apoyar una agricultura que fija población rural y reduce la carga de combustible en los montes, debe ser uno de sus ejes centrales de actuación.
Lo que aquí se propone no es una fórmula mágica, sino la recuperación de una lógica que ha funcionado durante siglos. Históricamente, el territorio se defendía con más población rural, una gestión forestal activa, ganadería y lindes bien definidas. Los incendios eran menos virulentos porque el paisaje estaba cuidado. Si volvemos a hacer bien lo de siempre, pero armados con la ciencia y la tecnología actuales, el fuego dejará de ser una catástrofe anunciada.
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