NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
En estos días de zozobra y marejada, un antiguo socialdemócrata involucionado a homus sanchista, ejemplar idólatra del gobierno de progreso, resiliente y ecosostenible y adorador lacrimoso del presidente, hasta el punto de renunciar de todos y cada uno de sus acendrados principios y abominar de quienes fueron sus ilusionantes líderes juveniles en los bravos tiempos universitarios de los ochenta, me pedía comprensión hacía el señor Sánchez porque, y son sus propias palabras: “Pedro actúa”.
Y reconozco que lo vi actuar. Con el rostro cerúleo, maquillado como si fuera Violetta Valéry en la escena final de La Traviata, apesadumbrado, dolido, afligido y pesaroso en su interpretación, poco creíble y demasiado sobreactuada, más propia de un teatrillo de fiesta de fin de curso que las tablas de la Scala o la Fenice. Y eso que desde que pidió el primer perdón en Ferraz como si con él no fuera la cosa, dejó pasar tres semanas antes de comparecer ante el pleno del Congreso de los Diputados.
Mientras tanto, al señor Cerdán le habían invitado a disfrutar de las vistas desde una celda en Soto del Real, el señor Ábalos seguía en boca de todos por su afición a pasar, como el gaché que va pidiendo candela, por la puerta de las mancebías y los tentáculos de la red de corrupción se extienden como mancha de aceite a lo largo y ancho de España. Bien es cierto que se había asegurado la ovación y que el Grupo Socialista le vitoreó como si fuera Morante en una tarde de gloria. Igual recordó que fue ese mismo tendido el que aplaudió a rabiar a los señores Ábalos y Cerdán no hace tanto. Cualquier supersticioso se habría puesto a temblar viendo los antecedentes conocidos.
Pero Pedro actúa: No olvidemos que aparte del Club de Fans del Puño y la Rosa, el señor Sánchez dispone de una extensa claque que regula la intensidad de la aclamación parlamentaria de modo directamente proporcional al estipendio recibido. Razón por la que los honorarios no sólo se han incrementado sino que se ha acelerado el ritmo de devengo y la exigencia del pago.
Al señor Sánchez nadie le concederá el Óscar, el Goya o el Tony por sus actuaciones, pero que se está gastando lo que sea menester para conseguir permanecer en la Moncloa es una triste evidencia que vamos a pagar todos durante lustros. Y no sólo en dinero, también en calidad democrática.
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