Comunicación (Im)pertinente

Francisco García Marcos

El personaje

31 de mayo 2025 - 03:08

Desbridé a Pepe Trump con la intención de que pastara feliz por las infinitas praderas de los seres imaginarios. Albergaba el propósito de haber construido un arquetipo que advirtiese de los peligros subyacentes en nuestra cotidianidad inmediata. Como el Trump real, el que acababa de volver a presidir los Estados Unidos, la vida diaria está poblada de innumerables réplicas suyas. Nos impacta el rotundo estadista de nivel mundial, pero sin embargo no reparamos en lo más inmediato. Así quedó Pepe Trump, alejándose entre el vaho movedizo de los seres imaginarios en su camino inexorable hacia el olvido. O eso creía yo. Pasaron semanas, no sé cuántas. Desde luego, yo ni recordaba ya a Pepe Trump. Hasta que un buen día resucitó en forma de denuncia ante la Inspección de Servicios de la UAL. Un colega se había sentido aludido por mi personaje, hasta el punto de considerarse muy agraviado. Honestamente, me parece una interpretación errónea y forzada, aunque no por ello menos respetable. Cuando salen de tus manos, los personajes imaginarios ya son propiedad de los lectores y de sus lecturas. Ante esa evidencia, solo queda aclarar qué fueron en origen. Pepe Trump es Pepe Trump, nada más. Mientras redacto estas líneas el otro Trump, el real, Donald, pretende encausar a Bruce Springsteen, Beyoncé, Ophra Winfrey y, entre otros, a Bono por haberse manifestado en público a favor de Kamala Harris. Debemos ser extremadamente cuidadosos y exigentes. La libertad de expresión es un pilar innegociable de las democracias, sustentado sobre múltiples microniveles de ella en la comunicación pública, en la política, en la docencia y, por supuesto, antes que nada, en la prensa. Es una cuestión que me preocupa desde hace tiempo. Nuestro mundo tiene una deriva cada vez más autoritaria, no porque gane tal o cual partido, sino porque comportamientos de este tipo, el ataque a la libertad de expresión, van ganando terreno en silencio, como una lluvia que cala. Justo eso sucede en mi cielo imaginario de Almería, aunque no caen gotas, sino minúsculos seres que parecen extraídos de una novela del gran Italo Calvino. Una mitad es Trump, la otra Torquemada, recosidos hasta formar un collage humano un tanto repulsivo, con media cabeza cubierta por el tupé rubio de uno y la otra afeitada al estilo de los dominicos del siglo XV. En cuanto tocan el suelo, empiezan a levantar hogueras en las que pretenden quemar a todos los disidentes de no se sabe exactamente qué causa.

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