Perspectivas

29 de octubre 2025 - 03:09

El mejor día para pasear por la ciudad es el domingo por la tarde. Sobre todo si hay un partido importante de fútbol. Parece como esa película de Paco Martínez Soria que empieza con una ciudad vacía como si hubiese habido una hecatombe nuclear y hubieran desaparecido todas las personas. Pero no, solo es domingo por la tarde y hay fútbol. Madrid-Barcelona para más inri, es decir, para más mejor. Efectivamente, Alguien debería prohibir los domingos por la tarde, tal como dice la ínclita Isabel Coixet en su programa de música de Radio 3, los domingos por la tarde. Con extrañas heterodoxias y flamencos y pelícanos se materializa ese triunvirato de programas para raros del fin de semana que no ven fútbol y que disfrutan del mundo paralelo, minoritario y freak. Al igual que disfrutamos de la ciudad vacía de los domingos por la tarde. Cuando el otoño está diciendo que ya está decidido a venir el día 26 de octubre y cuando al menos en Almería aún puedes ir con manga corta y llevas una chaqueta fina por si acaso. Por si acaso no pasa nada porque el calor insiste. El periódico en papel de los domingos, el café en callejuelas, otro café en un bar vacío, los encuentros no previstos, la comida en un sitio con patio. Tengo que dar un aprobado alto a todo el conjunto de escaleras y muros terminado a los pies del cerro de San Cristóbal. Parece que lo han hecho para mí y los domingos por la tarde. Todavía te puedes sentar en cualquier remate de muro de gaviones, sólo, apenas pasan algunos turistas o paseantes solitarios y ver las perspectivas mortecinas de días algo nublados a ratos, a ratos sol sofocante, para ver esa vista idílica de la Alcazaba, foto señera, postal de cuento, perfil en el horizonte, machacado por mil fotografías. Muy idílico y reconocible pero tan vulgar y repetido como una foto bonita que ya hacen miles de personas cada minuto. Y no está mal el sitio, pero está mejor el café en la terraza o terrao encima del edificio de urbanismo, donde no se ve tan bien la Alcazaba pero a la sombra, bien sentado, con menos moscas y un café, se ve la ciudad de Almería distinta, que en un boceto o dibujo de libreta nadie sabe qué ciudad es. Pero en las demás ciudades identificables, con todos sus edificios y monumentos, por ahora, ninguna tiene ese boceto, ese dibujo, esa vista ocre y vacía, de cubiertas, terrazas, cúpulas y campanarios anónimos, de domingos por la tarde.

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