Pinares que resisten al desierto

20 de noviembre 2025 - 03:06

En a provincia de Almería tenemos la fortuna de concentrar, en un territorio relativamente pequeño, una biodiversidad y variedad de paisajes difícil de encontrar en otros lugares. Es un privilegio para cualquiera, pero muy especialmente para quienes disfrutamos de la naturaleza.

El pasado fin de semana, en la ruta dominical que suelo hacer con Charo, Araceli y Antonio, descubrimos una auténtica joya botánica. En pleno corazón del Parque Natural, cerca de La Isleta del Moro, se alzaron ante nosotros verdaderos “bosques en el desierto”. Masas de pino carrasco acompañadas de frondosos palmitos rodeados de esparto. Un mosaico verde incrustado en un paisaje de roca volcánica desnuda, donde el clima y la vista invitan a pensar más en un semidesierto que en un bosque mediterráneo.

Hubo un tiempo en el que sureste español estuvo mucho más cubierto de masas forestales, a pesar del clima seco, como revelan los registros de polen fosilizado. La tendencia natural hacia la aridificación se aceleró por la mano del hombre, especialmente la deforestación masiva de Almería en el siglo XIX, ligada a la minería y a la fabricación de carbón. Todo ello degradó el territorio y redujo las masas arbóreas a pequeñas islas.

En el Barranco del Negro, en Cabo de Gata, esos restos forestales adoptan la forma de pinares “relictos”. Verdaderos supervivientes al paso del tiempo. En la parte alta del barranco, cerca del Cortijo de la Rellana, una ladera de fuerte pendiente orientada al norte mantiene un pinar que, visto desde lejos, parece un milagro verde en medio del desierto volcánico. Más abajo, otro foco se asienta en la Cala del Barranco del Negro, conocida también como Cala de los Pinos y rebautizada oficialmente como Cala de los Toros. Son como dos manchas de memoria ecológica, recordatorios vivos de lo que un día llegó a ser ese paisaje.

¿Cómo han sobrevivido? Gracias a una combinación de factores; están en zonas umbrías orientadas al norte, que reciben menos sol y viento, con temperaturas algo más suaves y menor evaporación. Además, el propio barranco concentra escorrentías y humedad en el suelo. En este clima, esos pequeños microclimas marcan la diferencia entre la vida y la desaparición.

Estos bosques que resisten en los barrancos de Cabo de Gata merecen ser valorados, protegidos y estudiados. Nos recuerdan que todavía hay futuro para lo verde en el desierto.

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