La esquina
José Aguilar
Por qué Sánchez demora su caída
Este año se cumplirá en julio el I Centenario de la inauguración del Campamento de Viator, y un mes después, en agosto, el II Centenario del fracaso de la toma de Almería por un grupo de liberal-masones, conocidos popularmente como “los coloraos”, a los cuales, he de reconocer que no les tengo especial simpatía. Antagónico con la masonería, como cristiano y católico que soy, sí reconozco que me muevo muy cómodo con los liberales, mucho más que con otro tipo de ideologías. La celebración de la conmemoración del hecho histórico de los coloraos está institucionalizada y, por tanto, no tengo nada que objetar sobre ello. Pero sí puedo opinar sobre el hecho en sí, nadie me lo puede impedir. Y tengo claro que para poder hablar de ese intento de toma de Almería habrá que analizar la situación geopolítica y geoestratégica en la que se encontraba nuestro Reino en ese momento. No podemos reducir el análisis sólo al choque entre liberales y absolutistas.
Tomando como hito de partida el proceso de independencia de las colonias británicas de Norteamérica, nuestra Nación vio la oportunidad con esta guerra de debilitar a Gran Bretaña, interviniendo militarmente a favor de los norteamericanos. La campaña de Bernardo de Gálvez, liberando la cuenca baja del río Misisipi de fuerzas británicas, bloqueándoles el acceso a las aguas del Misisipi, manteniendo con ello abierta una vía logística para el apoyo exterior a los norteamericanos y haciendo con ello inútil el bloqueo de sus puertos atlánticos, facilitó la victoria de estos últimos. Nuestro apoyo a los norteamericanos nos costó muy caro pocos años después, ya que con la ocupación francesa de nuestro territorio europeo, los británicos vieron en esta ocasión la oportunidad de debilitarnos a nosotros, atacándonos por nuestro “flanco” más débil: nuestro entramado económico con América, apoyando para ello los movimientos independentistas de los criollos. La ruptura con América nos convertiría en potencia europea de segunda fila.
Pero ya a finales del siglo XVIII, Gran Bretaña había proyectado un plan para acabar con nuestra presencia en América, siendo el responsable del mismo el General británico Thomas Maitland, quien aseguró que “sin ningún riesgo, con muy poco gasto y sin distraer ninguna parte importante de la fuerza disponible, creo que podría asestarse inmediatamente un golpe tan desventajoso para los intereses de España como beneficioso para los intereses políticos y comerciales de Inglaterra”. Este plan nunca se llevó a cabo por fuerzas británicas, pero sí por fuerzas rebeldes, ya que casualmente la campaña del ex Oficial de nuestro Ejército José de San Martín, que residió en Londres unos años, siguió las mismas fases.
Maitland no creía que con un ataque sobre Caracas y Buenos Aires (aun teniendo éxito) pudiera arrebatarnos nuestras provincias americanas: una fuerza a Caracas desde las Antillas, y otra a Buenos Aires, podrían realmente facilitar la independencia de nuestros territorios orientales, pero no garantizar el éxito en nuestros más ricos territorios en la costa del Pacífico. La costa del Caribe y las pampas no tenían oro ni plata. En cambio, los territorios conquistados por Francisco Pizarro “valían un Perú”. El plan de Maitland para tomar esos territorios más ricos consistía en ganar el control de Buenos Aires, tomar posiciones en Mendoza, coordinar acciones con un ejército en Chile, cruzar los Andes, derrotarnos y controlar Chile, y continuar por mar a Perú para emanciparla.
Esto fue lo que hizo San Martín, que perteneció a la logia masónica Lautaro, una organización fundada en 1812 por rebeldes hispanoamericanos, principalmente rioplatenses y chilenos, que era una rama de la logia Gran Reunión Americana o de los Caballeros Racionales, fundada por el venezolano Francisco de Miranda en Londres en el año 1798. Dentro de los principales miembros de la Logia Lautaro se encontraban, además de San Martín, algunos de los principales rebeldes suramericanos como Manuel Belgrano, Bernardo O’Higgins o Ramón Freire. En 1824, los británicos, además de haber socavado nuestros cimientos en América, lo intentaron en la península apoyando a los liberales en una guerra civil frente a los absolutistas, pero sin poner en entredicho nuestro régimen monárquico. Riego no cambió el régimen; los coloraos, de triunfar, tampoco lo hubieran cambiado. Y lo que tengo claro respecto a los coloraos es que un hecho de armas entre españoles no debe ser motivo de celebración.
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