Pletóricos días de uvas y sombra

Imagen.
Imagen. / Antonio Lao

24 de mayo 2025 - 17:51

El abandono es fácil de advertir por sus efectos. Sobre todo si se reúnen y afectan a lo que tuvo vida, como estas parras, y a los muros que acogieron esa otra vida de los moradores de la casa. Además, la vida misma tiene muy distintas formas de manifestar su vigor o su consunción. Vida enraizada tuvieron estas parras, cuando de sus vástagos nudosos, los sarmientos, brotaban pámpanos y uvas, sostenidos en una trama de alambres para que se dieran, a la vez, dulzor y sombra. Vida humana, además, la que azacanearía cruzando el umbral de la puerta de la casa para los domésticos trajines de los días. Pero el abandono, ya deliberado o espontáneo; ya activo, por acción, o pasivo, por dejación; ya buscado o impuesto, también tiene distintas formas de presentarse y actuar. Sea la sequedad y la falta de cuidados, en las ennegrecidas parras exánimes; sea la ausencia de los vecinos que reservaron sus vidas de puertas adentro. Escribió Saramago que morir es haber estado y ya no estar, por lo que la ausencia puede ser un presagio, o una manifestación, de la muerte. Las mortecinas parras parecen, por ello, seres espectrales, casi muertos vivientes por su exánime porte vegetal que evoca los pletóricos días de uvas y sombra. Y el acertado encuadre de la fotografía no solo representa el desenlace del abandono, sino que invita a la compasión del duelo.

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