La ciudad y los días
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Nacimientos y ayatolás laicistas
QUÉ pena que no siga vivo y en activo Pepe Iglesias "El Zorro". Algún vejestorio se acordará de un programa de radio de los años cincuenta, en el que el humorista chileno hacía él solo un largo y variado repertorio de personajes, uno de los cuales era el "Pobre Fernández", así, sin nombre propio. Se trataba de un tipo que pasaba por múltiples vicisitudes y siempre acaba escaldado y desaparecido; el narrador terminaba cada noche con la frase: "Y del pobre Fernández…nunca más se supo". La semana siguiente reaparecía con una nueva serie de desgracias. ¿Que a cuento de qué viene esta antigualla? Fácil: ahora tenemos otro Fernández que, a falta de El Zorro que le hubiera sacado mucho partido, vamos a intentar hacerlo nosotros. El Fernández actual, como sospechará más de un lector, es el ministro del Interior, don Jorge Fernández, quien presume de ser, además de mandamás, del Opus Dei. Si hablamos aquí de su filiación religiosa es porque nos parece un contradiós que diga ser devoto de una religión en la que mentir es un pecado mortal. En otros países, sin necesidad de aplicar preceptos religiosos, la mentira es suficiente para mandar ministros -y cualquier cargo público- a sus casas. Aquí se ve que es un mérito relevante, porque hasta la fecha no ha cesado ningún cargo, ni alto ni bajo, de los muchos que consta que han mentido simplemente contrastando declaraciones grabadas en momentos y/o sitios diferentes.
Pero lo que más nos fastijode es que nos tome por tontos. Que seremos muchos los tontos en el mundo, pero todos…Pues sí, él parece que lo da por supuesto, así que nos toma por lo que somos. Otra explicación no tiene el aplomo con que cuenta sus trolas, no inferior al de los jefes y subordinados que lo apoyan como diciendo que es evidente lo que nos está contando. No nos queda más consuelo que esperar la reencarnación del Zorro para que le monte una aventura de aquellas en las que el pobre Fernández se iba consumiendo "como cuando tiene uno una verruga; le ata un hilito, y al cabo de unos días no queda ni verruga ni hilito. Pues así quedó el pobre Fernández después de… (en este caso debería haber sido después de pasar por el Congreso). Así que del pobre Fernández…Nunca más se supo". No caerá esa breva. Porque si esperamos la valiente decisión de Mariano, lo tenemos crudo.
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