el poder de la música

La música y el trance vienen a romper la tiranía del reloj y el metro

La música acompaña al ser humano desde siempre; se han encontrado flautas y silbatos con más de 30.000 años. Entendemos este fenómeno como un conjunto de sonidos, estéticamente atractivos, organizados de acuerdo a las características culturales del grupo humano donde se genera. Y es necesario destacar que no ha existido ninguna sociedad, por primitiva que se nos antoje, donde la música no haya tenido una importancia superlativa, lo que implica que es una cualidad inherente al hombre.

La música actúa sobre el hipotálamo, el núcleo de accumbens y el área tegmental ventral, activando los centros de recompensa y placer de nuestro cerebro. Dependiendo de los ritmos y las frecuencias utilizadas puede producir excitación, relajación o incluso un trance.

El éxtasis o trance extático es también una característica humana. Y tampoco encontramos ninguna cultura que no se acerque a este estado alterado de consciencia como método de introspección o conexión con la divinidad. Dejando a un lado las creencias espirituales de cada uno la neurociencia ha llegado a confirmar la realidad de este estado donde la activación de determinadas redes cerebrales coactivas llevan a desconectar el procesamiento sensorial induciendo un estado de pensamiento proclive a la integración y la comprensión. Esto, en un lenguaje más coloquial, implica un estado de consciencia extraordinariamente despierto caracterizado por el arrobamiento interior y una desconexión parcial o total con el exterior.

Hay quien divide la música entre viva y muerta. Sería la primera aquella que evoca en nosotros emociones y recuerdos en tanto que la muerta corresponde a la que usamos como mero acompañamiento en nuestras tareas cotidianas. Determinados sonidos y compases despiertan en nosotros la capacidad de disolver los límites del Yo consciente facilitando la sintonía con el inconsciente como universo. El cosmos integra más realidades de las que somos, habitualmente, capaces de asimilar. La vida cotidiana transcurre entre las fronteras del tiempo que marca un reloj y la distancia que mide un metro. La música viva y el trance extático vendrían a romper esa tiranía ofreciéndonos un vasto dominio de conexiones con experiencias alternativas. En palabras de Stravinski “La música nos es dada con el propósito de establecer un orden en las cosas, incluyendo de manera particular la coordinación entre el ser humano y su tiempo”.

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