A(r)mar al enemigo

12 de septiembre 2025 - 03:10

Cómo que no piensas ir a la escuela? Que te has creído tú eso. En menos de una hora estás allí, como me llamo Roque. Te llevo a la misma puerta a coscoletas si es menester.

Ahórrate esos pucheros. Nada adelantas con llorar. Ay, Señor. Toma mi pañuelo. Puedes sonarte, si quieres. Así, fuerte. Sé lo que te pasa, Martín. Tu madre me ha puesto al cabo de la calle. Pobrecilla. Buena le ha caído. Primero con tu padre, ingresado cada dos por tres, por cierto, me ha dicho que mañana lo llevan a planta; y ahora contigo. Una cruz. Son los mismos dos pedazos de mamelucos que te hicieron la vida imposible el curso pasado ¿verdad? Mala gente que camina y va apestando la tierra, decía el poeta. Vamos para atrás. El progreso es un chasco, te lo digo yo.

El cuento del palo y la zanahoria. Pasan los años y solo la maldad no envejece. Mira, a mí, de chico, también me brearon, ¿sabes? En mi casa, en la calle, en la escuela. Y en la mili. Allí me sentaron las costuras por tierra, mar y aire. Y en mi vida laboral, ni te cuento. El desprecio, la ofensa, la humillación, han sido mis colegas de curro más duraderos. He leído en un libro que hay maltratadores que canalizan en los de abajo la violencia que en ellos descargaron los de arriba, de modo que hacen pagar a justos por pecadores.

Pero que también los hay que escarnecen al prójimo solamente por pasatiempo y diversión de la peña. Esta última clase de abuso, Martín, me saca particularmente de quicio. El consentimiento y la aprobadora carcajada de la horda multiplican y agravan la vejación infligida al inocente. La gente, ya se sabe, secunda a quien gana. El grupo sacrifica al miembro más débil al violento para obtener a cambio unas migajas de paz social. No muestres miedo. El miedo excita al mal. Con miedo no amas al enemigo, armas al enemigo.

No aceptes mediaciones. Estas igualan ambas partes y entre ambas partes, evidentemente, no hay color. Lo que puedes hacer, eso sí, es honrar tu nombre, Martín, esto es, guerrero, soportando el mal con entereza. Nunca jamás te sientas culpable. Solo faltaba que te arrepintieras de ser bueno. E intenta que termine en ti la cadena de violencia, pero si esto no es posible, recurre a ella. Si el martirio es una gracia, a los desgraciados no nos queda otra que aferrarnos al derecho natural de la legítima defensa. Anda, abraza a tu abuelo, tonto. Y ahora, la mochila y andandito. Al cole se ha dicho.

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