La revolución verde y su amarga paradoja

25 de septiembre 2025 - 03:12

La palabra bicho suele evocar rechazo, pero en la agricultura se ha convertido en sinónimo de aliado. Un ejército casi invisible poliniza y protege los cultivos, permitiéndonos producir alimentos con más biodiversidad y respeto por la naturaleza y nuestra salud.

Almería es un referente mundial en esta Revolución Verde. La crisis del pimiento de 2006/07 fue el catalizador que impulsó la conversión de decenas de miles de hectáreas al control biológico, en las que se introducen bichos buenos que se comen a los malos. No se trata de eliminar la química, sino redefinirla como una herramienta de precisión, compatible con nuestra fauna auxiliar.

La clave del éxito es concebir el invernadero como un ecosistema diseñado para albergar vida útil. Introducimos plantas reservorio y construimos setos multifuncionales en el exterior, auténticos santuarios de biodiversidad. Estos “hoteles de bichos” aportan refugio, alimento alternativo y conectividad ecológica, al tiempo que humanizan el paisaje. El fin es el control biológico por conservación, donde el hábitat es tan funcional que las sueltas de fauna auxiliar se reducen al mínimo.

Sin embargo, este modelo enfrenta preocupantes desafíos. Sufrimos incidencias de plagas de difícil manejo, como la araña roja y el devastador Thrips parvispinus. Aquí surge una amarga paradoja: mientras Europa, con buen criterio, eleva el listón de sostenibilidad ambiental, competimos con importaciones de países que usan un arsenal químico aquí prohibido. El agricultor percibe, con razón, una competencia desleal; al tener que luchar con menos herramientas contra los mismos problemas y a costes crecientes. Una situación agravada por la brecha entre la conciencia declarada del consumidor europeo y su comportamiento real en el mercado, donde el factor precio a menudo resulta decisivo.

Estos desafíos nos obligan a ir más allá. El control climático ya no solo busca el bienestar de la planta, sino también el de nuestros aliados. La bioprotección debe superar la escala de la finca para redefinirse como una ecología del paisaje, conectada por corredores de biodiversidad. Y, en paralelo, es inaplazable exigir reglas de juego equitativas que alineen sostenibilidad y competencia leal.

Cada problema es un motor para la innovación, la prueba de que las crisis, bien gestionadas, nos hacen más fuertes y nos impulsan a liderar la siguiente fase de la agricultura.

stats