NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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También los objetos tienen alma. También festejan, presumen, se acobardan; y lloran cuando presienten que se aproxima su final. Como el teléfono fijo, mustiándose sobre el taquillón del vestíbulo o en la mesa auxiliar en el salón. La historia del teléfono fijo es la historia de esperas, de líneas ocupadas, de mensajes que un día dejaron de ser importantes…El teléfono fijo era un clásico y básico en nuestra vida cotidiana. Nos pasábamos horas y horas colgados al vil aparato.
Los hombres y mujeres de mi generación recordamos las guías telefónicas y las páginas amarillas. Cada teléfono una guía. La revolución digital los convirtió en herramientas inútiles.
Hoy las operadoras de telefonía te ofrecen dos líneas de móvil, internet, la televisión y el fijo. Este último contempla su ruina sin descomponer su figura ni gritar su desesperación. Apenas hacemos uso de él. Su adiós es el silencio que nos deja.
El teléfono fijo, sobre todo, era una forma de vivir en libertad que los móviles anularon por completo. ¿Se acuerda del ring, ring?
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