Robert Redford y la belleza

19 de septiembre 2025 - 03:09

La muerte de Robert Redford, a los 89 años, probablemente por naturales razones biológicas y con los ordinarios achaques de la edad, es buena muestra de la decrepitud de los mitos, que no son inmortales ni eternamente jóvenes, aunque, como en este caso, el admirado actor parezca libre del desgaste de la vida en el repetido testimonio de las películas -eso de “pelis” aminora su entidad y parece propio de cierta cursilería-. Cuando la razón de lo extraordinario en las personas elevadas al rango de los mitos se debe a la belleza, esta puede acompañar hasta muy avanzada edad e incluso, si la fealdad cursa con los años o es expresión de cumplirlos mal, no cabe el deterioro de la belleza, sino la transformación de esta en el aura del personaje. Circulan, entonces, en el frenesí de las redes sociales y en las ediciones de periódicos y revistas, imágenes del actor en la plenitud de su atractivo, a la vez que las propias de sus últimos años, cuando no puede decirse que la realidad supere a la ficción. Ya que esta última, aunque propia de los argumentos cinematográficos, está protagonizada por actores reales -de momento-, si bien con su corporal presencia más o menos hecha a cada tiempo, estéticos retoques aparte. Pero asimismo cabe argumentar, ante las imágenes con más ajada expresión del rostro de Robert Redford, no solo que la realidad no supera a la cinematográfica ficción de los filmes que lo encumbraron, sino que es preferible quedarse en la memoria con la ficción de los años que fueron antes que con la deteriorada evidencia de los años que acaban. La belleza, además, tiene distintas formas de presentarse. Una es la debida a la estética, como categoría que incluso concierne a la bondad y la excelencia y linda con lo hermoso, de suerte que tal belleza trasciende la guapura y explica el comportamiento, el desenvolvimiento o las maneras de las personas bellas. En tanto que los guapos y guapas destacan por su bien parecido, por su atractivo embelesador, sin que esa agraciada condición tenga correspondencia, necesariamente, con la belleza más sublime. Razón por la que pueden morir siendo bellos, incluso con muy avanzada edad, quienes no resultaron físicamente atractivos. Y motivo, además, para evitar situaciones o momentos en los que conocer a quienes, mitológicamente guapos, tienen poca belleza y se desvalorizan en la cotidiana realidad del trato.

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