Las sandalias del pescador

01 de mayo 2025 - 03:09

Calzar las sandalias del pescador significa ser elegido sucesor de Pedro. Tener la responsabilidad de dirigir el gobierno de la Iglesia Católica. En este turbulento presente será crucial la elección del hombre que calce las sandalias de Simón, llamado Pedro, Sumo Pontífice. Nuevamente todos los caminos nos llevan a Roma. Europa, la cultura occidental, no se pueden entender sin el cristianismo. Estremecedora la belleza de las esculturas del “Llanto sobre el Cristo Muerto” Niccolo dell’ Arca, Iglesia de Santa María della Vita, Bolonia (1463-1490) Se agotan las palabras para describir todo lo que nos dice el rostro de María Magdalena. Los caminos de Roma no habrían llegado tan lejos sin España, la Monarquía Hispánica y la Hispanidad. Sin el humanismo español. Libre albedrío, responsabilidad sobre la propia existencia y respeto al proyecto de vida ajeno. Que no exista la separación traumática entre pensamiento y sentimiento. Dado el asedio e invasión que sufre Europa para destruir su cultura y civilización, todo lo que sucede y pueda suceder en el Vaticano será vital. El Cónclave que tiene el compromiso de elegir al nuevo Papa, tiene ante sí un desafío que debe resolver con coherencia. Que María, María Magdalena. Santa Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz los inspiren y nos amparen. Europa y la cultura occidental tienen que abordar su regeneración. Salir de esta telaraña de disparates. Como escribió Santa Teresa “La verdad padece pero no perece”. En estos días he vuelto a ver la película Las sandalias del pescador (1968) del director Michael Anderson. Con un reparto brillante encabezado por Anthony Quinn, Vittorio de Sica, Barbara Jefford, Laurence Olivier y Oskar Werner, es la versión cinematográfica de la novela del escritor australiano Morris West (St Kilda,1916-Clareville,1999) En el escenario de la Guerra Fría, las tensiones entre China, la Unión Soviética, Europa Occidental y Estados Unidos, abocan a una crisis ineludible por hambre y violencia. Kiril Lakota, arzobispo ucraniano, lleva veinte años preso en un gulag en Siberia. El presidente soviético y la Santa Sede negocian su liberación. Tras su llegada a Roma el Papa le nombra cardenal. Poco después el Pontífice fallece. Se convoca el Cónclave para la elección del nuevo Papa. Dice Kiril Lakota “Un hombre sin amor de ninguna clase se seca como la uva en la cepa agotada”.

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