El síndrome de Euskadi

Tiene que ser tremendo volver a la vida civil después de años de cárcel con las manos vacías y manchadas de sangre

En los años 70 se acuñó en Estados Unidos el término síndrome del Vietnam. Era el sentimiento de impotencia de la sociedad americana por una guerra que perdió, a pesar de sus 60.000 muertos y más de 300.000 heridos. También definía los problemas de salud mental y adaptación a la vida civil de los veteranos, muchos de ellos mutilados o enganchados a las drogas. Habían vuelto a sus pueblos vitoreados como héroes y al poco tiempo se sintieron solos y abandonados.

El ultranacionalismo vasco intenta evitar que se depriman los veteranos criminales etarras, cuando salen de la cárcel después de hacer tanto daño para no conseguir nada a cambio. Han matado, extorsionado, secuestrado, amenazado a la sociedad vasca y española, para nada. Han llegado a 850 asesinatos, 2.600 heridos y 90 secuestrados con un doble fracaso: en su delirio identitario, han causado mucho dolor a sus víctimas y han arruinado sus propias vidas.

Tiene que ser tremendo volver a la vida civil después de años de cárcel con las manos vacías y manchadas de sangre. De ahí los ongi etorris, los homenajes o su presencia en listas electorales. En una entrevista a Maite Pagazaurtundúa en Ethic, antes de saberse que 44 etarras condenados por terrorismo iban en las candidaturas de Bildu, la eurodiputada explica el proceso de blanqueamiento. Llaman a los terroristas presos políticos, como si fueran presos de conciencia. Miles de personas son cómplices de esa estrategia del abuso: hay casi 400 asesinatos y miles de otros delitos sin resolver. Los que van a las manifestaciones reclamando una amnistía están pidiendo la impunidad para ellos mismos. Además de con el terrorismo, nadie quiere cargar con el peso del brutal acoso a la población y el control social mafioso durante décadas.

Este síndrome de Euskadi, de protección de sus veteranos y de sus propias conciencias, entra en contradicción con la pretensión de Bildu de ganar posiciones en diputaciones forales y ayuntamientos vascos y navarros. Y en el resto de España tiene desgraciado reflejo en una encarnizada pelea entre PP y PSOE. Los populares deberían escuchar con más respeto a Consuelo Ordóñez. Se olvidan unos y otros de que la colaboración entre ambos ha sido capital para la erradicación de ETA. Zapatero propuso el pacto antiterrorista firmado en época de Aznar y el lehendakari socialista que ejercía cuando se acabó con la banda criminal estaba en el cargo con los votos incondicionales del PP. Un poco de seriedad.

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