Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
LAS violetas, según dicen los especialistas, crecen en la oscuridad, en el anonimato. Y curiosamente al ser pisadas es cuando más olor desprenden. Pues bien, la protagonista de nuestro artículo de hoy es precisamente una muchacha que también se llamaba Violeta, la actora principal de la obra de "La Anunciación" de Paul Claudel, literato francés. Se trata de una mujer joven, de gran belleza por fuera y por dentro, que entregó por completo su existencia a Dios, su único amor. Y de todas las frases que pronuncia en la obra, hay una que se repite constantemente: "¿De qué sirve la vida si no es para darla?".
Una tarde se encontró con Pierre Croan: un famoso constructor de catedrales, quien, a pesar de su fama, sufrió toda su vida de una gran desgracia que le marcó: la lepra. Violeta sintió siempre una compasión muy especial hacia aquel leproso al que nadie quería acercarse y al que todo mundo requería para construir grandes edificios. Pierre hacía tiempo que estaba enamorado de Violeta. Por una sola mirada de ella habría dado todo. Y sucedió que un día, Violeta, movida por la compasión y la caridad que llevaba en sí, se acercó a Pierre para besarlo en la frente, al tiempo que se despedía del afamado constructor. Pierre, por un momento, pensó que ya estaba en el cielo. La muchacha le sonrió con una sonrisa que parecía eterna. Y, a partir de entonces, el leproso comenzó a vivir con una esperanza nueva.
Poco tiempo después, en primavera, Violeta descubrió que en su cuerpo había aflorado la lepra. Mientras que Pierre, en esa misma mañana, descubrió que estaba limpio de la enfermedad que le aquejaba. ¡Qué admirable intercambio! Pierre asumió la pureza de Violeta y ella su lepra… Así acaba la obra, no sin antes mostrar el autor cómo Violeta muere y cómo Pierre coloca el cuerpo de la joven en lo alto de una cúpula de su última catedral, como la piedra más preciosa.
Reflexionando sobre la historia, se hace palpable el sentido de esa frase que Violeta repetía con tanta fuerza: "¿De qué sirve la vida si no es para darla?". Pierre vive por ella. Y ella muere por él. Es obvio que este drama de Paul Claudel es una alegoría de la Pasión y muerte de Cristo. Él es la santidad, la pureza, la eternidad, la belleza. Y nosotros, unos más otros menos, estamos manchados de la lepra del pecado. ¿Y qué hace Cristo? Se acerca a nosotros por puro amor y nos besa, nos ama, nos quiere. Y en ese beso toma nuestros pecados, muriendo a causa de ellos: los de ayer, los de hoy y los de mañana. Cristo muere en la cruz por nosotros y nosotros vivimos, resurgidos de las tinieblas, gracias a Él. ¡Tanto le importamos a Dios! ¡Tanto le dolemos! ¡Tanto nos ama!
Esta es la entrega divina que recordamos en Semana Santa. Y ante esta prueba de amor gratuito, ¿cuál es la excusa que pondremos para no dejarnos amar por Él? ¿Cuál es el justificante para no ganar la vida entregándola por amor?
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